Esta es una de las vistas desde mi madriguera.
Como en todos los pueblos, hay muchas historias y personajes curiosos.
Aunque el progreso ha llegado a casi todas partes, en el pueblo en que nací aún hay una gran disparidad entre sus habitantes, en algunos casos porque no pueden (hay alguna familia con pocos recursos) y otros porque no quieren.
Hay un hombre que emigró y vivió muchos años en París. Cuando volvió al pueblo, hará unos 15 años, decidió vivir en una casa en la que no hay electricidad ni agua corriente, ni por supuesto un cuarto de baño. Alguna vez se le ha visto entre las hierbas de un prado cuando la naturaleza le aprieta los intestinos.
Vive solo y así porque quiere. Le hace compañía una radio a pilas, claro. Dice que no necesita nada más.
Pero la persona que más me llama la atención, es una mujer con más de 70 años, que vive en su propio mundo, quizás porque los seres humanos la han defraudado totalmente.
Esta mujer tampoco tiene luz ni agua corriente. Tiene un reloj de cuerda. Esto es lo más moderno que se le ha visto. Un día me preguntó la hora, y es que no se había enterado del cambio horario. El sábado también me la crucé y me dijo que si era domingo.
Vive sola, trabaja una viña de la que saca el vino, tiene unas cuantas ovejas, gallinas y un burro para trabajar la tierra. Cruza las palabras indispensables con unos vecinos que creen que está loca.
Tiene unas hijas que la visitan de vez en cuando y que han intentado modernizar la casa, algo que ella no creo que consienta jamás.
Sólo sale del pueblo una vez al mes para ir al Ayuntamiento a cobrar su pensión. A pié. Una vez intenté recogerla yendo con el coche y rehusó vehemente. Siempre va de negro, como la mayoría de las viudas. Es una sombra de paso.
Y mil historias más que se esconden entre las callejas, entre las paredes de las casas derruidas, entre el silencio que precede al amanecer....
Como en todos los pueblos, hay muchas historias y personajes curiosos.
Aunque el progreso ha llegado a casi todas partes, en el pueblo en que nací aún hay una gran disparidad entre sus habitantes, en algunos casos porque no pueden (hay alguna familia con pocos recursos) y otros porque no quieren.
Hay un hombre que emigró y vivió muchos años en París. Cuando volvió al pueblo, hará unos 15 años, decidió vivir en una casa en la que no hay electricidad ni agua corriente, ni por supuesto un cuarto de baño. Alguna vez se le ha visto entre las hierbas de un prado cuando la naturaleza le aprieta los intestinos.
Vive solo y así porque quiere. Le hace compañía una radio a pilas, claro. Dice que no necesita nada más.
Pero la persona que más me llama la atención, es una mujer con más de 70 años, que vive en su propio mundo, quizás porque los seres humanos la han defraudado totalmente.
Esta mujer tampoco tiene luz ni agua corriente. Tiene un reloj de cuerda. Esto es lo más moderno que se le ha visto. Un día me preguntó la hora, y es que no se había enterado del cambio horario. El sábado también me la crucé y me dijo que si era domingo.
Vive sola, trabaja una viña de la que saca el vino, tiene unas cuantas ovejas, gallinas y un burro para trabajar la tierra. Cruza las palabras indispensables con unos vecinos que creen que está loca.
Tiene unas hijas que la visitan de vez en cuando y que han intentado modernizar la casa, algo que ella no creo que consienta jamás.
Sólo sale del pueblo una vez al mes para ir al Ayuntamiento a cobrar su pensión. A pié. Una vez intenté recogerla yendo con el coche y rehusó vehemente. Siempre va de negro, como la mayoría de las viudas. Es una sombra de paso.
Y mil historias más que se esconden entre las callejas, entre las paredes de las casas derruidas, entre el silencio que precede al amanecer....
6 comentarios:
Me gusta...esa sombra de paso...
Lo he pensado muchas veces...de hecho, el otro día se lo comentaba a mi compañera de trabajo...íbamos a desayunar y vimos a un hombre bailando, feliz, relajado...Todo el mundo le miraba y murmuraba "pobre loco"...
Me quedé observando esa escena, en la que la gente que le rodeaba iba corriendo, con el tiempo pegado a la espalda, con cara de haber dormido poco o haber perdido a algún cliente, o no haber conseguido los objetivos marcados por su empresa, o haber discutido con su pareja...
¿Y quién está verdaderamente loco?...
Todos estamos un poquito locos, sólo que algunos son más peligrosos que otros. Aunque tener un jefe tonto y loco a la vez, eso sí que es peligroso.
Sombra de paso. Me pareció la mejor definición para una mujer que intenta pasar desapercibida por la vida, por un pueblo. Que evita en lo posible el contacto humano. Curiosa.
Como lo que cuentas, como muchas historias que hay de este tipo.
Estos días he estado recorriendo el municipio donde vivo, que es rural, he hablado con muchos de sus vecinos y vecinas y me he dado cuenta que en España, en algunas zonas, todavía se vive como en los años cincuenta. Creo que hay mucho que mejorar y también hay mucho que "mantener", porque vivir en las zonas rurales es vivir en un mundo aparte, donde no llegan las vanalidades de la mal llamada "sociedad avanzada".
Un pueblecito tiene sus cosas buenas, sobre todo, como el mío, tranquilidad. Pero también tiene sus pegas, por ejemplo, me molesta que la mayoría de la gente quiera saberlo todo sobre mí y mi vida (y sobre el resto de sus vecinos).
Por cierto, quizás no he sacado una foto espectacular (como el maestro ;P)pero me reconocereis que el paisaje está llamativo, exhuberante con tantos colores. La primavera es lo que tiene, en pocos días lo cambia todo.
Siempre me ha sabido mal, ver y oír como la gente hace comentarios crueles de los demás sólo porque son diferentes a ellos.
Recuerdo con tristeza y algo de melancolía a una mujer a la que todo el mundo tachaba de loca sin saber ni quién era. Para mí, como para el resto del mundo, era una simple desconocida, pero en cualquier caso, lo único que podía escuchar de ella era que era una loca. En cuanto la empecé a vislumbrar (ni siquiera puedo decir conocerla), empecé a saber cosas sobre ella y empezó a hablarme, me sentí realmente una inútil insignificante a su lado. Siempre que pienso en todo lo que debió de llevar consigo, en lo que debió de vivir, simplemente al pensar en ella, siento como si algo se me rompiera crudamente dentro de mí.
De la foto, lo que más me gustan, por supuesto son los verdes, tan vivos y húmedos como de vez en cuando puedo disfrutarlos.
Sips, yo también he ido aprendiendo a no aventurar juicios sobre las personas, sobre todo de aquellas que parecen no someterse al pensamiento único.
Por cierto, la foto sería bastante monótona si no fuera por el muro de musgo rojizo. Ese manchón de rojo y la cruz oxidada hacen que la foto suba muchos enteros.
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