Os presento a Millán Astray. Si, ya se que preferíais ver las otras fotos, pero hoy toca penitencia y empezar el día con este lenitivo.
Hoy no pienso escribir mucho, tranquilos. Es sobre algo que tenía ganas de escribir hace tiempo. En algunos pueblos, sobre todo de la Castilla más cazurra y paleta, se siguen manteniendo nombres de calles y plazas como del Generalísimo, Primo de Rivera, Onésimo Redondo...
Pero...¿sólo en la recia y viril Castilla se homenajea al fascismo?
Hace poco, leyendo el periódico, salía el nombre de una calle de Lacoru: "Calle Cabo Santiago Gómez. Santiago Gómez falleció al explotar el cañón con el que disparaba desde O Parrote contra el gobierno civil...).
Ajam. Ya veo las cositas que tiene que hacer uno para le pongan su nombre a una calle. Y digo yo: ¿pondrán a alguna calle de Manhatan el nombre de "Mohamed Atta Street"?
Estaría divertido, una calle en Volgogrado (antigua Estalingrado) con el nombre del General Friedrich Paulus (jefe del VI ejército nazi).
Ni tampoco profetas en su propia tierra, como sería raro encontrarse en Münich (espero escribirlo bien, pq se que me puede caer una colleja) un letreto que diga por ejemplo: "Walter von Reichenau Strasse", o "Heinrich Himmler Platz".
Así pues, a estas alturas choca que una ciudad moderna y culta como Coruña siga manteniendo nombres de calles como General Sanjurjo, General Mola, Viaducto del Generalísimo, Primo de Rivera, División Azul, Alférez Provisional o Calvo Sotelo en pleno centro de la capital. U otras calles también con nombres de militares golpistas o de miembros de la falange como Cánovas Lacruz, Comandante Barja, Salgado Somoza, Teniente Coronel González Zamalloa, Cabo Ponte Anido, Pla y Cancela, Teniente Coronel Teijeiro, Cabo Santiago Gómez o Salgado Torres.
Si algún turista con algunas nociones de historia viera esto, se echaría las manos a la cabeza. ¡La ciudad entera parece un homenaje al fascismo!
Claro, que esto sólo extraña al que no conoce al alcalde da Coruña. Su curiosa mezlca de política filofranquista con demagogia peronista lo ha encumbrado como el político que más elecciones ha ganado de la historia de la democracia (de ésta, que los putos periodistas parecen olvidar que hubo otras). Este palurdo, cuyas propuestas harían pitar los oídos de muchos conservadores, es un barón dentro del PSOE y el presidente de la Federación de Municipios de España.
Por poner un ejemplo de las perlas de este individuo:
Malnacidos
Gamberro
Este alcalde que parece sacado de una película de Buñuel defiende que se mantengan esos nombres porque "son historia de España". Pero son DESGRACIADAMENTE historia de España. Militares golpistas que derrocaron un régimen democrático. Traidores al pueblo. En la historia es muy frecuente la condena de aquellos personajes de infausto recuerdo a la damnatio memoriae, es decir, a la destrucción hasta de su nombre, como venganza del pueblo por los crímenes cometidos.
Así se ha hecho en la mayoría de ciudades españolas (con la habitual protesta del PP), pero este alcalde revisionista tiene otros planes para SU ciudad.
La Voz de Galicia
Sostiene el PSOE que es por respeto a la historia. No se trata de cambiar el nombre de las calles, sino de devolverles el antiguo nombre histórico, más honrado, que lucían antes de cubrirse de infamia con la llegada de Atila a Galicia. Es precisamente por respetar la historia de la ciudad, y por conocer la historia de lo que hicieron esos criminales, por lo que deberían retirarse esas placas y arrojarlas a un lodazal.
Una ciudad que vota mayoritariamente, año tras año, a semejante cavernícola, no es de extrañar que luzca con orgullo los nombres de asesinos, torturadores y golpistas.
Para el final me he dejado los dos nombres estelares:
El Hospital Juán Canalejo, uno de los más importantes de España. ¿Y quién coño es ese tal Juán Canalejo? ¿A que lo habéis imaginado? Uno de los cabecillas fascistas da Coruña! Olé!
Un hospital con nombre de terrorista
La de la Plaza Millán Astray, uno de los mayores criminales de guerra del último siglo, a un pasito del Ayuntamiento, con estatua y todo. Un artículo curioso sobre semejante gusano:
Millán Astray y sus guerras
Sobre su "incidente" con Unamuno:
Miguel de Unamuno
En la red, también hay otras cosas sobre Millán Astray (muy muy recomendable su lectura, a mi me han encantado):
Cyberhermandad
La sonrisa legionaria
El credo legionario
La página esa de la cyberhermandad me encanta, es un verdadero descubrimiento! Me lo paso teta leyéndola. Es...surrealista! Una oportunidad única de viajar por el tiempo a....a...los últimos Neanderthales en la península (se cree q los últimos Neanderthales vivieron aquí, e incluso hay quien opina que pudieron cruzarse con el homo sapiens....esta página es un verdadero viaje al cerebro de un Neanderthal!!!).
Verdaderamente se merece un estudio antropológico.
En fin, inflamado mi pecho de furor patriótico, me pongo a entonar esta bella poesía a voz en grito, con mi peludo pecho al descubierto:
¡ESPAÑA NOS ABRASA EL CORAZÓN!
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Edito:
No puedo resistirme a copiar la versión más completa que he encontrado del enfrentamiento del jefe de los criminales, Millán Astray, con uno de los más grandes pensadores españoles de todos los tiempos, Miguel de Unamuno.
Copio de la mítica "La Guerra Civil Española", del historiador y célebre hispanista Hugh Thomas.
El filófofo vasco Miguel de Unamuno, sumo sacerdote de la generación del 98, siguió un camino diferente [N.d.M: al de otros intelectuales]. Como rector de la Universiad de Salamanca, al empezar la Guerra Civil se había encontrado en territorio nacionalista. La República le había desilusionado, había admirado a algunos de los jóvenes falangistas, y dio dinero para el alzamiento. Todavía el 15 de Septiembre apoyaba al movimiento nacionalista. Pero el 12 de Octubre había cambiado de opinión. Estaba, como dijo más tarde, "aterrado por el cariz que estaba tomando toda aquella guerra civil, realmente horrible, debida a una enfermedad mental colectiva, a una epidemia de locura, con un sustrato patológico". En aquella fecha, aniversario del descubrimiento de América por Colón, en que se conmemoraba la "Fiesta de la Raza", se celebró una ceremonia en el paraninfo de la Universidad de Salamanca. Allí estaban presentes el doctor Pla y Deniel, obispo de Salamanca, y el general Millán Astray, fundador de la legión extranjera, que por entonces era un asesor importante, aunque oficioso, de Franco. Su parche negro en un ojo, su único brazo y sus dedos mutilados lo convertían en el héroe del momento. Presidía el acto Unamuno, el rector de la Universidad. La ceremonia tenía lugar a un centenar de metros del cuartel general de Franco, instalado desde hacía poco tiempo en el palacio del obispo de Salamanca, por propia invitación del prelado. Después de las formalidades iniciales, vinieron los discursos del dominico Vicente Beltrán de Heredia y del escritor monárquico José María Pemán. Ambos discursos fueron muy apasionados. También lo fue el del profesor Francisco Maldonado, que atacó violentamente al nacionalismo catalán y al vaco, describiéndolos como "cánceres en el cuerpo de la nación". El fascismo, el "sanador" de España, sabría cómo exterminarlos, "cortando en la carne viva como un cirujano resuelto, libre de falsos sentimentalismos". Desde el fondo de la sala alguien gritó el himno de la legión extranjera: "¡Viva la muerte!" Millán Astray dio a continuación los gritos excitadores de multitudes que ahora eran ya habituales: "¡España!", gritó. Automáticamente, una serie de personas gritaron: "¡Una!" "¡España!", volvió a gritar Millán Astray. "¡Grande!", contestó el auditorio. Y al grito final de "¡España!" de Millán Astray sus seguidores respondieron: "¡Libre!"
Varios falangistas, con sus camisas azules, hicieron el saludo fascista frente a la fotografía sepia de Franco que colgaba de la pared sobre el estrado. Todos los ojos se volvieron hacia Unamuno, cuya antipatía a Millán Astray era conocida, y que, al levantarse para cerrar el acto, dijo: "Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir. Porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso, por llamarlo de algún modo, del profesor Maldonado. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra los vascos y los catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo, -y aquí Unamuno señaló hacia el tembloroso prelado que estaba sentado a su lado-, lo quiera o no o quiera, es catalán, nacido en Barcelona".
Hizo una pausa. Se produjo un silencio cargado de temores. Nunca se había pronunciado un discurso como aquél en la España nacionalista. ¿Qué diría el rector a continuación? "Pero ahora -continuó Unamuno- acabo de oír el necrófilo e insensato grito: "¡Viva la muerte!". Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente.
El general Millán Astray es un inválido. Nos es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero, desgraciadamente, en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta pensar que el general Millán Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor."
En este momento, Millán Astray ya no pudo contenerse por más tiempo . "¡Mueran los intelectuales!" -gritó-. "¡Viva la muerte!" Este grito fue coreado por los falangistas, con quienes el militar que era Millán Astray tenía muy poco en común. "¡Abajo los falsos intelectuales! ¡Traidores!", gritó José María Pemán, deseoso de limar las aristas del frente nacionalista. Pero Unamuno continuó: "Éste es el templo de la inteliencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho."
Siguió una larga pausa. Algunos de los legionarios que rodeaban a Millán Astray iniciaron un amenazador movimiento de aproximación al estrado. El guardia personal de Millán Astray apuntó a Unamuno con su ametralladora. La mujer de Franco, doña Carmen, se acercó a Unamuno y Millán Astray y pidió al rector que le diera el brazo. Él se lo dio, y los dos salieron juntos, lentamente. Pero ésta fue la última vez que Unamuno habló en público. Aquella noche, Unamuno fue al casino de Salamanca, del que era presidente. Cuando los miembros del casino, algo intimidados por estos acontecimientos, vieron la venerable figura del rector subiendo las escaleras, algunos gritaron: "¡Fuera!" ¡Es un rojo, y no un español! ¡Rojo, traidor!". Unamuno entró y se sentó. Un tal Tomás Marcos Escribano le dijo: "No debería haber venido, don Miguel, nosotros lamentamos lo ocurrido hoy en la universidad, pero, de todos modos, no debería haber venido". Unamuno se marchó, acompañado de su hijo, entre gritos de "¡Traidor!" El único que salió con ellos fue un escritor de segundo orden, Mariano de Santiago. A partir de entonces, el rector ya no salió casi nunca de su casa, y la guardia armada que le acompañaba tal vez era necesaria para garantizar su seguridad. La junta de la universidad "pidió" y obtuvo su dimisión del cargo de rector. Murió con el corazón roto de pena en último día de 1936. La tragedia de sus últimos meses fue una expresión natural de la tragedia de España, donde la cultura, la elocuencia y la creatividad estaban siendo reemplazadas por el militarismo, la propaganda y la muerte. Poco después, incluso hubo un campo de concentración para prisioneros republicanos llamado "Unamuno".