21 de julio de 2007

El rico es ladrón...

...o hijo de ladrón.

Aviso: Querido lector, antes de empezar mira la extensión de esta entrada y, si no te sientes con fuerzas para afrontar su lectura, te sugiero que leas el resumen que hice de la misma.

Planteamiento:

Una de las curiosidades de la política española es que hay muchas personas que se apresuran a decirse de izquierdas; sin embargo, casi nadie dice que es de derechas. Y sin embargo, ganan elecciones.

La gente de derechas dicen que no son ni de derechas ni de izquierdas, de centro...y así votan a partidos de centro reformista como el PP o apolíticos, sin ideología y a mucha honra como Ciutadans.

Así, mientras en la derecha sienten vergüenza de llamarse por su nombre (es comprensible), existen muchos que se quieren subir al carro de la izquierda. Con tanto lío, con una derecha en la que no están ni muchísimo menos todos los que son, y con una izquierda que ni por asomo son todos los que están, tenemos que recurrir a algún método fiable para discriminar a qué lado de Dios Padre se sienta cada uno.

Yo, para ello, uso el equivalente político a la prueba del algodón del mayordomo del anuncio (que luego jubilaron por un jovenzuelo, lástima): la política económica. El liberalismo económico es el sistema económico de la derecha (la relación no es unívoca, también se puede ser de derechas y defender un fuerte intervencionismo, véase la Repúbica Popular China).

Podemos definir izquierda política como el conjunto de teorías políticas que tienen por objeto lograr la emancipación del género humano, la superación de las desigualdades e injusticias que se dan en las sociedades primitivas, estratificadas en clases sociales impermeables. El fin de la izquierda es el fin de la política: el bien común. La derecha, por el contrario, tiende a mantener los privilegios de unos pocos, prometiendo, para vender su mensaje a los más, las migajas del festín.

Si aceptamos esta definición, hemos de convenir que, desde la muerte del dictador, todos los gobiernos “democráticos” que se han sucedido en España han sido de derechas. A los anuarios me remito: la desigualdad de rentas en España ha ido creciendo en todos los gobiernos, y nunca lo había hecho tanto como en esta última legislatura.

La Constitución Española es un conjunto de tiras y aflojas para contentar a derecha, extrema derecha militar e izquierda. Hoy en día, sólo tienen relevancia los artículos impuestos por la derechona fascista: los artículos segundo y octavo. Sin embargo, los artículos sociales son usados todos los días en los excusados del Parlamento para la higiene íntima de sus señorías. Me refiero al derecho a una vivienda digna, pero también al constitucional mandato de la redistribución de la riqueza (por no hablar de la soberanía económica del Banco de España, cuando hace casi una década que dependemos del Banco Central Europeo; aunque a nadie se le pareció conveniente recordar la inconstitucionalidad de la entrada en el Sistema Monetario Europeo).

Si cada vez la diferencia entre ricos y pobres es mayor, quiere decir que las políticas económicas emprendidas por los diferentes gobiernos han sido inconstitucionales. No sólo no ha existido tal redistribución, sino que el flujo de capital ha sido en el sentido natural, es decir, del que menos tiene al que lo tiene todo.

Es el instinto del dinero. Aunque el dinero ni tan siquiera es una realidad tangible, sino que es sólo una idea (es un convencionalismo el que sostiene el valor fiduciario de un billete de banco), se podría decir que posee ciertos rasgos de ser vivo: tiene un instinto gregario, y si otras fuerzas no lo impiden, tiende a concentrarse en cada vez menos manos, cada vez más poderosas. Se podría hablar de una teoría gravitacional del dinero, en el que los capitales son atraídos en razón al producto de sus cuantías.

La política económica es la base para cualquier idea de Estado, ya que ella dará forma a la sociedad. No se puede esperar que salgan ciudadanos libres de un sistema económico que los condena a la esclavitud (por deudas).

Por mucho que se digan de izquierdas, los socialdemócratas no son más que los sacerdotes del liberalismo económico perfeccionado: se mantiene al populacho entretenido con las sobras de la mesa, e incluso se le vincula de una u otra forma al mantenimiento del sistema (propietarios de pisos, algo así como el deseo del filofascista Henry Ford de que sus empleados pudieran llegar a comprase el puto Ford T), y de tal forma anestesiada y embrutecida la población es posible que todo siga eternamente igual. El capitalismo ha aprendido el oficio del resinero: no se le puede quitar toda la savia al pino para que siga dando en años venideros. No se puede deslomar al burro o matar de hambre a la bestia, hay que dejar la tierra en barbecho y que a la oveja la crezca la lana en invierno.

Digamos que la socialdemocracia es el capitalismo que ha dominado su voracidad para mejor explotar a los trabajadores. El dinero va aprendiendo para chupar la sangre humana de forma cada vez más perfeccionada: como la saliva de los vampiros, nos anestesian mientras nos desangran.


Rechazo de plano cualquier política que asuma el sistema, y sólo plantee parches y remiendos para cubrir las injusticias consustanciales al mismo. Creo que existe otra forma de analizar los problemas y de buscar las soluciones, en vez del servil acatamiento del status quo.

Por otra parte, rechazo con la misma firmeza aquellos que, encontrándose en la izquierda, la drogan con la promesa de la llegada del Redentor. Con sus camisetas del Che y sus chapas de Lenin, anuncian la pronta llegada del Día del Juicio Final, en el que el reinado del Capitalismo llegará a su fin destruido por sus propias contradicciones internas y, de esa debacle, surgirá el nuevo estado socialista. Con trompetas de ángeles, como en Jericó, añado yo.

Sería bonito, pero por ahora el moribundo goza de una salud envidiable y, la verdad, los que veo achacosos somos precisamente nosotros. Cada vez está más fuerte y, si es verdad que ha trastabillado en otras ocasiones, e incluso ha caído, ha sido para levantarse cada vez con más fuerza.

Si tenemos que esperar a que el capitalismo colapse, mejor montamos una fábrica de sillas.

Los que gustan más de la acción que de la reflexión hablan de tomar el poder por la fuerza de las armas. Además que el uso de la violencia me parece despreciable y sólo legítimo cuando es el último recurso y para evitar un mal mayor (como el mantenimiento de una situación de injusticia criminal); hoy en día la toma del Palacio de Invierno o incluso la pertinaz y en ocasiones cerril oposición a un levantamiento militar estaría condenada al fracaso en cuestión de horas.

La efectividad del armamento moderno es tal que ni tan siquiera una inmensa superioridad numérica sería suficiente para equilibrarlo. Quien posee las armas de guerra posee el poder y absolutamente todas las posibilidades de victoria (que se lo digan a los palestinos). Así que mejor, olvidémonos de aventuras épicas: las próximas revoluciones no se harán con el machete, ni con la espingarda, ni con el kalashnikov: se harán con la pluma y el papel. Y el campo de batalla, más que probablemente, será éste: la red.

No sólo hay que tener ideales, también ideas de cómo llevarlos a cabo. No se puede entender la imposición de un sistema socialista en nuestra sociedad sin que antes haya una revolución cruenta. Si hace setenta años, con sólo promover la educación laica y empezar a hablar de reforma agraria, pasaron las cadenas de los carros del fascio por toda la península...¿cómo se espera poder establecer una economía dirigida sin que los militares vuelvan a inundar de sangre los campos y calles de España? Por proponer mucho menos se ha asesinado a muchas personas.

Las ideas, para que sean buenas, han de ser factibles. El pensamiento mágico no es útil en la mesa del estratega. No se puede seguir esperando un levantamiento popular para cambiar las cosas, porque esa época ya ha pasado. No son tontos y ya se cuidarán de no comprimir tanto el muelle como para que vuelva a saltarles a la cara. Esa izquierda dogmática es como un médico que se empeña en que las recetas del pasado sirvan para hoy, sin darse cuenta que no es el mismo paciente el que está tendido. Hay que aprenderse los libros de medicina clásica e incluso podemos estudiar la farmacopea de Dioscórides, pero hay que abrir los ojos para analizar el mundo de hoy. Así lo hicieron los médicos de ayer. No hay que copiar las soluciones de Lenin, Trotsky, Liebknecht... hay que copiar su visión histórica, su valentía, inteligencia y determinación para darle un empujón al carro de la Historia.

Por lo tanto, ni la socialdemocracia ni la izquierda tradicionalista son capaces de aportar una solución. Luego son parte del problema.


Justificación:


Vamos a buscar soluciones. Todo sistema económico ha de sustentarse en valores, ha de tener una base ideológica. Las estructuras se cimentan en ideas, en principios.

Todo rico es ladrón o hijo de ladrón.

Este pensamiento, que es la base de lo que a continuación sigue, no es original de un guerrillero barbudo en la Sierra de la Candona, sino de un santo del siglo IV y padre de la Iglesia Católica: San Jerónimo.

La cantidad de riquezas que nos ofrece el mundo es limitada. Esta riqueza es valorada con el dinero, el cual existe también en una cantidad finita. El mundo pertenece a todos los seres humanos, y todos los seres humanos debieran beneficiarse por igual de lo que nos ofrece. Podemos escoger la escala: en un conjunto de individuos, si un individuo acapara riqueza, es a costa de menguar la riqueza del resto. Hay una tercera opción, en la que todos se enriquecen, aun no en la misma medida: robando riqueza de otro grupo (adquiriendo sus materias primas o mano de obra por mucho menos valor del que aportan, lo cual es robar, entendiendo por robo cuando no es un intercambio justo, equilibrado).

Estos intercambios de riqueza se anulan cuando cogemos como grupo de estudio la humanidad entera. En este caso, sí que es absoluto: el individuo o grupo que atesora riquezas lo hace a costa del expolio y explotación de otros individuos y sociedades.

Se puede argumentar que el desarrollo industrial aumenta la cantidad de bienes, por lo que es posible un enriquecimiento general, sin que nadie se haga más pobre. Pero la riqueza en curso es la misma, lo que cambia es la valoración de los bienes (ahora hay más ordenadores, que cuestan menos). El mérito es del progreso humano, no del capitalismo.

Como dije hace poco: la propiedad privada es un derecho, pero no un derecho absoluto. Por encima de ese derecho está el bien común y el derecho a llevar una vida digna de todos los ciudadanos. El derecho a no morir de hambre está por encima de cualquier otra consideración.

En verdad, la propiedad privada no es un derecho absoluto en ninguna sociedad. Todos los Estados tienen mecanismos de expropiación para aquellos terrenos que sean necesarios para una obra pública (bien común, como construir una autovía). Tampoco es reconocida toda propiedad privada, sino sólo aquella conseguida por medios lícitos: no se reconoce la propiedad del ladrón de bancos sobre su botín (ladrón-bancos-botín, el chiste es fácil).

Ahí está el quid de la cuestión: las posesiones de un rico no son legítimas, nadie se puede hacer rico trabajando.

Hay tres formas de ganar dinero: Vendiendo productos, vendiendo tu fuerza de trabajo, o sacando rendimiento a una inversión.

En tu trabajo recibes aquella cantidad de riqueza que compensa el valor que aportas al proceso de producción. Desde el empleado de limpieza de una empresa al gerente de la misma, aportan al proceso industrial (o agrícola, o extractivo, o de servicios) un trabajo necesario para la producción y que incrementa el valor de las materias primas al transformarse en productos elaborados. La industria, la agricultura, los servicios...crean valor a partir del trabajo de los empleados. Podemos decir que aquellos trabajadores más especializados (cuadros técnicos y gerencia) añaden más valor al producto y por lo tanto deben ser mejor retribuidos. El valor del trabajo lo marcará, también, el mercado. Pero el mercado no es ni libre ni sabio: puede ser falseado. Así, es frecuente en una empresa ver que los verdaderos creadores de un proyecto industrial (desde los ingenieros, técnicos y obreros) cobran menos que la dirección de la empresa, cuando muchas veces ésta no aporta nada esencial al proceso.

Entiendo que un trabajador especializado cobre conforme a su valía. Pero ningún trabajo justifica sueldos exorbitantes, pues no corresponde al valor de lo que aporta. Del producto del trabajo se puede vivir, con esfuerza y talento se puede vivir bien, pero no hacerse rico. Toda esta nueva nobleza económica que, siendo en lo intelectual unos mediocres y no pudiendo compararse su esfuerzo con el del más humilde trabajador de su empresa, son por lo tanto unos ladrones: cobran de SUS empresas, las que ellos dirigen, una cantidad abusiva y no proporcional al valor que aportan. Por lo tanto están robando a SUS empresas, a sus trabajadores y a la sociedad.


Un agricultor, un minero, un pescador o un artesano genera, con su trabajo, riqueza. Esta riqueza, antes, le pertenecía (si el barco, la tierra o la mina o el taller es suyo) y podía intercambiarla por dinero. Puedes, también, comprar productos que no has producido y venderlos a un precio más alto sin aportar valor intrínseco al producto: un tendero o cualquier otro intermediario. Su ganancia se justifica en que, aunque no aportan valor al producto aportan el servicio de poner a disposición del comprador el producto, servir de enlace entre la producción al mercado.

Vendiendo productos, de nuevo, se puede vivir, se puede vivir bien. Pero no hacerse rico. Quien es rico vendiendo cosas es o porque tiene mucho que vender, porque poseía mucho, lo cual es injusto (hijo de ladrón), o porque obtiene unas ganancias impropias de la venta, que no se corresponden con el servicio que desempeña como intermediario.

Un agricultor, que posee la tierra, que posee los árboles que les legaron sus padres, que asume el riesgo de una mala cosecha y el trabajo de cuidar del souto, de limpiarlo y aporta el trabajo (¡mis riñones!) de recoger las castañas, de clasificarlas, desechando las pequeñas o heridas, las vende al intermediario a 1€/Kg. Esa castaña, esa misma castaña, con el único valor añadido del transporte (que representa unos céntimos de euro por kilo) llega al mercado a 3€/Kg. Incluso en las grandes ciudades llegan a 5€/Kg. Lo mismo podemos decir de tomates, uva, patatas...o de la ropa y calzado confeccionado en China o Tailandia a bajísimo coste.

Que el trabajador se quede con el sudor y las ganancias sean para el intermediario es un robo, y quien así se enriquece, un ladrón. Triplicar el precio de un producto sin añadirle valor es un robo al productor que vende barato, y al consumidor que compra caro. Cualquier planteamiento económico de un estado que se dice social (qué poco caso hacemos a la Constitución) ha de puentear estos canales de parásitos y establecer relación directa entre el productor y el consumidor final, con obvio beneficio para ambos.


Por último, otra forma de enriquecerse es obteniendo ganancias de la inversión de un capital. La propiedad privada no es intrínsecamente mala y se puede considerar admisible y hasta saludable para la economía que haya personas que quieran obtener más dinero invirtiendo su dinero en empresas de mayor o menor riesgo. A estas alturas no podemos retraer la sociedad a tiempos en los que el préstamo con interés estaba mal visto. El logro de ganancias es la base de la actividad económica y es perfectamente legítimo obtener un rendimiento de tu capital. Con eso se puede vivir, vivir muy bien...pero no hacerse rico.

Quien obtiene grandes cantidades de sus inversiones, o es porque poseía un gran capital para invertir, lo cual es injusto (hijo de ladrón), o porque obtiene unos beneficios superiores a lo que sería esperable a cambio del riesgo soportado por esa inversión, muy por encima del precio del dinero (un ladrón). Al fin y al cabo, un inversor compra y vende dinero. Cuando el producto de esta transacción es excesivo, está robando al propio proceso productivo y, a la postre, a toda la sociedad.

Es importante dejar claro que la riqueza viene de la actividad productiva de toda la sociedad. Todo aquel que acumula riquezas lo hace a costa del esfuerzo de ésta, recibiendo más de lo que merece en justo pago por lo que aporta, y por lo tanto puede tratársele en justicia de ladrón.


Soluciones:

Ni me conformo con el sistema, ni considero viable destruirlo para implantar una economía dirigida (no es factible sin que los militares, siempre al servicio del poder, sacasen los tanques a la calle). Así pues, habrá que reformarlo. Lo que está claro es que hay que moverse, pues el conformismo con una situación de desequilibrio e injusticia nos hace cómplices de las tragedias que comporta.

Hay que pensar, que hablar...y que actuar. Si la política no aporta soluciones, no es política sino huera declamación. Se necesita querer cambiar las cosas, ayudar en el parto de un sistema más justo. Una nueva forma de relaciones económicas basadas en el equilibrio y la reciprocidad, que venga sin retraso pero sin premura. Que se vaya instalando en la sociedad como forma moralmente aceptable de la economía, dejando atrás como reprobables los injustos repartos de la tierra, del capital y del poder.

Si no nos conformamos con éste sistema, y no podemos arrancarlo de cuajo sin empezar una guerra, habremos de reformarlo.


El Estado y la economía:


Quizá el libre mercado pueda ser compatible con una economía al servicio de la sociedad. Para empezar, hay que reconocer las amenazas que desvirtúan ese libre mercado, siempre a favor de la acumulación de capital. Sólo los poderosos tienen fuerza para forzar el fiel de la balanza. Ha de ser el Estado el que corrija estas variaciones y restablezca el equilibrio. El papel del Estado es pues el de garante de la libertad de oportunidades de los ciudadanos, y de la justicia en las relaciones económicas entre ellos. Reconocer que la oferta y la demanda rara vez actúan libres de injerencias, es el primer paso para legitimar al Estado para que intervenga para restablecer su holgura. Imaginémonos que el libre mercado es una balanza que soporta unos rozamientos debido al tiempo, a la herrumbre... que le impiden llegar a equilibrarse. En vez de deificar la decisión del fiel de la balanza, se hace mejor servicio al libre mercado eliminando esas dificultades para que los dos platillos oscilen y se equilibren de forma natural:

Ésa es pues la misión del Estado: que poniendo un kilo de castañas en un platillo de la romana, el pilón marque su verdadero valor. En cuanto a los que trucan la balanza en su beneficio, a las leyes medievales me remito para castigarlos.

Sobre el libre mercado se han dicho muchas estupideces malintencionadas. Comparándolo con el sistema socialista, se dice que es el que aprovecha de forma óptima los recursos, esto es, es el sistema más eficiente. En modo alguno. Una economía planificada tiene como techo la máxima eficiencia de la producción. El límite de la eficiencia del libre mercado es la del beneficio de cada empresa.

Las economía socialista carga con el lastre, allá donde ha sido implantada, de la corrupción generalizada así como de la incompetencia de los que deben dirigirla. La economía de libre mercado es un sistema que se equilibra de forma natural, como la rueda de una bicicleta o las plumas de una flecha, ahorrando el trabajo de los que deben dirigirla. Pero ello a costa de bandazos que generan ineficiencia (una empresa que se arruina supone una enorme cantidad de recursos desaprovechados).

Un poder político que supervise los actores económicos puede redundar en una mayor eficacia, evitando duplicidades absurdas. Un ejemplo de empresa estatal que coordina las actividades económicas para el beneficio de todos sus agentes: Red Eléctrica Española. De no existir este control, y que cada eléctrica tuviera que desarrollar sus propias líneas, nos encontraríamos con un montón de tendido eléctrico infrautilizado cruzando los campos. Simplemente sería inabordable económicamente y la mayoría de las poblaciones medianas no tendrían siquiera suministro. El Estado como agente regulador de la economía es necesario.

Santificar el libre mercado, la libre actuación de las empresas y la nula injerencia del Estado en la vida económica es un absurdo, una utopía irrealizable que en aquellos casos en que ha intentado ser aplicado llevó al caos (recordemos el crack del 29). Si la economía planificada puede ser una realidad, más o menos difícil de construir; un mercado sin guardianes ni directores se convertiría pronto en una hecatombe. Así pues, los vendedores de humo e ilusiones no somos nosotros: son los neocon.

El papel del Estado en la vida económica es pues fundamental. Para salvaguardar la libertad de mercado, amenazada por el gran Capital. Para asegurar aquellos servicios que no son cubiertos por el libre mercado. Para racionalizar la vida económica optimizando los recursos, lo cual es provechoso para todos, empresas y usuarios.

Imaginemos dos empresas de transporte urbano luchando por captar los viajeros de la otra compañía. El doble de autobuses circulando por las calles, con la mitad de gente, con un billete el doble de caro para compensar la infrautilización. Eso no ocurre ni en EEUU. Imaginemos una gran ciudad que no tiene servicio de autobuses interurbanos porque esas líneas no son rentables: eso ocurre en EEUU. Ocurrió en Nueva Orleans. Quien no tenía vehículo particular tuvo que refugiarse en el Superdome. Podemos hablar de suministro eléctrico, de sanidad, de transportes, de educación...un Estado que deja los servicios básicos y estratégicos en manos de empresas privadas sin arrogarse algún tipo de control y autoridad, es conducido a la barbarie.

¿Libre mercado y Estado como garante? Si claro. ¿Cómo si no?


Roma:

La historia de Roma es tan grande, tan gloriosa y tan indigna, que todo acontecimiento actual tiene su precedente en ella.

Ya he comentado varias veces que la situación actual es similar a la que se dio a finales del Imperio, cuando los campesinos se arruinaron y tuvieron que ponerse bajo la protección de un terrateniente. Aunque la esclavitud por deudas era interpretada como un acontecimiento personal del cual era culpable el propio campesino, al ver en perspectiva el fenómeno podemos ver que las sucesivas devaluaciones, las carestías y la falta de confianza en el comercio, es decir, las circunstancias económicas ajenas al campesino lo condujeron a la semi-esclavitud.

Lo mismo hoy, con toda una generación hipotecada de por vida, es percibido como desgracias particulares. Cuando los bancos empiecen los desahucios, será según la letra de la ley. Sin embargo, no se entiende que es el propio sistema económico el que ha llevado a muchos ciudadanos a esa esclavitud por deudas de la cual no son, al menos no únicamente, responsables.

Este fenómeno fue y es, el inicio del feudalismo: trabajadores arruinados, que no tienen la propiedad de los medios de producción ni tan siquiera de la vivienda en la que habitan, cargados con inmensas deudas que necesitan el periodo de una vida para saldarlas. En estas condiciones no se puede hablar de ciudadanos libres.

Por suerte en Roma no está sólo el problema, también la solución. Se decía del emperador Vespasiano, hombre mordaz y un tanto cínico, que se jactaba de dejar engordar a ricos para después estrujarlos como esponjas. En vez de luchar contra la corrupción, dejaba que los cargos públicos se enriquecieran sin límite para luego procesarlos por delitos reales o figurados y revertir esas riquezas al erario público. Su método podía ser heterodoxo, pero era efectivo: volvió a abastecer las arcas del Estado, que la enésima guerra civil había esquilmado.


El ejemplo de Vespasiano:

Ésta es mi idea, y lo que yo propongo: en vez de impedir que los ricos se enriquezcan a costa del pueblo, dejemos que lo hagan, que lo hagan con ganas, que lo hagan de todas las formas posibles. Y luego, estrujémosles hasta la última gota. Es decir, en vez de poner puertas al mar, dejemos que los empresarios trabajen para nosotros, como nuestros recaudadores de impuestos: lo saben hacer bien, es su oficio, acumular dinero.

Luego, como el apicultor que recoge la miel, los vamos anualmente exprimiendo del dinero que les sobra y les dejamos con lo que necesiten para subsistir.

Este paralelismo es por la miel de las abejas, naturalmente. No es cosa de dejar a la Duquesa de Alba en pelota picada, basta con ir cada año, en cada ejercicio fiscal, reduciendo su patrimonio.

El mandato constitucional de redistribuir las riquezas ha de llevarse a cabo mediante políticas económicas. Y el instrumento más poderoso del que dispone el Ministerio de Economía es la política fiscal.

Hasta ahora, se han fiscalizado las ganancias, siendo el Impuesto sobre el Patrimonio extremadamente liviano (supone una pequeña parte de lo recaudado el grueso de lo recaudado corresponde a las rentas del trabajo). De esta forma, se castiga el ganar dinero. Yo propongo que los beneficios no sean fiscalizados, sino que se pague al erario público por las posesiones.

No es malo ganar dinero: lo malo es acumularlo. El sistema actual bendice el injusto reparto de la riqueza heredado del régimen franquista, y podemos seguir buscando los orígenes de algunas fortunas hasta antes de que existiera España (aquí nunca hubo una revolución). El sistema que yo propongo, gravando el capital sea en forma de dinero sea en propiedades inmuebles, obliga al capitalista a reinvertir en la empresa sus ganancias, en vez de acumularlas. Mientras los beneficios de la actividad económica sean reinvertidos en mejorar la eficiencia del proceso (investigación, mejoras salariales y de condiciones de trabajo, formación, nuevos equipos, aumento de plantilla...) el Estado no le meterá mano. En cuanto intente convertir el crecimiento de su empresa en dinero contante y sonante, el Estado pasará a recoger su parte.

Si estamos de acuerdo en que todo rico es ladrón o hijo de ladrón, no tiene nada de extraño que el rico pague su diezmo para purgar sus pecados para con la sociedad a la cual ha robado. Es más, podemos ser generosos y dejarle quedarse con parte de lo robado...aquella parte que le corresponde por el esfuerzo de recaudar fondos para el Estado, quitándoselos a los trabajadores y consumidores.

De esta forma, volvería a lo sociedad lo que sin duda le pertenece. Pues suyo es el esfuerzo y suyo es el país, suyas han de ser las riquezas. Al capitalista le quedaría sólo lo que le corresponde.

Que puede ser mucho, lo suficiente para llevar una vida holgada, pero nunca demasiado. Pues con demasiado dinero sólo conduce al despilfarro (yates, absurdos coches de lujo, enormes chales...), que al lado de la necesidad del vecino resulta inmoral. Uno despilfarra el dinero que al otro le falta.

Otro motivo de trasquilar periódicamente al ladrón es para que no acumule demasiada lana, pase calor, y deje de interesarse en producir más lana al año siguiente: lo hacemos por su propia salud. Con demasiado dinero hasta el ciudadano más recto se convierte en un degenerado. Si es un vicioso avaro que no puede autoimponerse la austeridad, el Estado habrá de imponérsela por él, en su beneficio y en el de todos.

Y por último, al impedir que medre la bestia, impedimos que se vuelva peligrosa. Si con el dinero se gana poder, no puede haber democracia mientras existan unas pocas fortunas que puedan desvirtuar el deseo de la mayoría. Grandes acumulaciones de dinero son una fuente de poder ajeno al control de la ciudadanía y, por lo tanto, ilegítimo.

Si seguimos con la Teoría Gravitacional aplicada al dinero, es natural que dos capitales se atraigan, pero cuando uno de ellos es muy pequeño y el otro descomunalmente grande, en vez de existir en equilibrio como la tierra y la Luna, uno es atraído por el otro como la manzana por la inmensidad de la tierra. Todo tiende a ella sin devolver nada a cambio. Si no se controla, surge el equivalente económico a lo que en astrofísica es el fenómeno más destructivo: un agujero negro o punto de gravedad infinita, que engulle hasta la luz sin dejar que nada escape de su estómago.


Impuesto sobre el Patrimonio:

Para evitar estos desequilibrios que son incompatibles con un sistema democrático, hay que crear un sistema fiscal que actúe como un resorte, que ejerza resistencia a las desigualdades y tienda a devolver al ciudadano a una posición de equilibrio.



Sea el equilibrio (el muelle no ejerce oposición) aquella posición económica intermedia en la que el ciudadano vive con holgura. Por los méritos y deméritos, por el esfuerzo o simplemente por el azar, el capital de cada persona es natural que se desplace de esa posición que hemos considerado de forma convencional como intermedia. Si ha ganado más dinero del que necesita y empieza a producirse una indeseable acumulación de capital, el resorte que es el Impuesto sobre el Patrimonio tenderá a devolverle, suavemente, a la posición inicial. Cuanto más fuertemente se aparte de este punto de equilibrio, mayor será la fuerza del muelle (F=K*x) que le frenará en su enriquecimiento. De igual forma, el Estado intentará que aquel que por desgracia no sea capaz de mantener su nivel normal, de recuperárselo para que pueda llevar una vida digna.

De esta forma, se amortiguan los posibles enriquecimientos rápidos o golpes de mala suerte. De todas formas, cuando la tendencia al enriquecimiento o a la miseria de un ciudadano sea mantenida en el tiempo, verá premiadas (o castigado) sus capacidades (o por la falta de ellas) con un desplazamiento del punto intermedio en uno u otro sentido. El nuevo punto de equilibrio tendrá lugar cuando la fuerza con la que tiende a enriquecerse (o empobrecerse) el ciudadano se iguale con la fuerza con la que el Estado tiende a devolverlo a la posición intermedia.

Seguiría siendo una sociedad en la que habría ciudadanos con más o menos dinero, según los méritos de cada uno. Pero no lo que existiría sería el despilfarro y la miseria, ambas caras de una misma moneda, intolerable en una sociedad democrática.

La ventaja de este sistema sobre el sistema fiscal actual es obvia: no asume la injusta distribución de capital actual. Antes ejemplifiqué el sistema en dos individuos que partían de la situación intermedia. Pero en el caso de que el contribuyente esté en una situación de fuerte desequilibrio inicial (tanto de riqueza como de pobreza), al considerar el patrimonio y no las ganancias, el sistema fiscal le iría devolviendo, paulatinamente (para que no salgan los carros de combate a la calle), a la situación intermedia o, al menos, al punto de equilibrio en el que se enriqueciera a la misma velocidad que el Estado le despoja de sus riquezas.

En el caso de extrema pobreza, sería interesante que se articularan medidas para que no fuera símplemente entregarle un cheque a fin de mes, sino invertir en ese ciudadano para procurar corregir su tendencia a empobrecerse de forma notable (formación, cuidados médicos..., no se trata de darle dinero a un alcohólico para que se lo siga gastando en más vino).

Así, el Estado establecería cual es el punto de referencia o intermedio a partir del cual se cuentan las desigualdades, así como la constante de proporcionalidad del muelle (K) que sería la que en la práctica determinaría los niveles de lujo y pobreza máximos. Recuerdo que los muelles pueden tener leyes de proporcionalidad no sólo lineales, sino cuadráticas, exponenciales...


Este es un sistema justo, devolviendo a la sociedad lo que el ladrón le ha quitado y dejando al ladrón sólo con lo que le corresponde. Una de las misiones del Estado es hacer Justicia, y una forma es reparar al que ha sido robado.


Dificultades:

¿Problemas? Muchos, pero no insolubles.

Lo primero que podemos pensar es que si se les dice a los ricos que se les va a trasquilar saquen los carros a la calle (sé que soy redundante con ésto, y quiero serlo, hay carros de combate de muchas clases, también mediáticos). Por eso, ese proceso debe ser, primero, muy popular. Tiene que ser una idea ilusionante, que reúna un enorme consenso, mejor si es respaldada por una Constitución. Y segundo, un proceso lento. Yo me conformo con que en medio siglo, los mayores terratenientes de España, la casa de Alba, pase a ser ciudadanos comunes.

Lo segundo, es que provocaremos una tremenda evasión de capitales a países que sí que admitan como legítimas las riquezas. Ésa es la Espada de Damocles que pende sobre cualquier intento de democratizar la vida económica de un país, la permanente amenaza con la que el capitalismo trata de doblegar la voluntad del Estado (si la hubiera), ante la perspectiva de empresas descapitalizadas echando el cierre, colapso económico y paro generalizado.

La solución es bien fácil: impermeabilizar las fronteras a cualquier tráfico de capitales no fiscalizado, al menos con la misma efectividad con que la policía opera en el caso de la entrada de drogas.

Si se tiene verdadera voluntad, con los medios de los que dispone la Administración Tributaria no es fácil disimular la evasión de capitales. Los ricos que quieran escapar podrán hacerlo, pero no con su botín, que será devuelto a la sociedad.

Por supuesto que sería interesante que tales medidas fueran aplicadas en un contexto amplio, pongamos el europeo. Con una política fiscal común, los capitales podrían moverse entre los estados miembros pero nunca evadirse a paraísos fiscales .


Cooperativismo:

Toda la presión fiscal debe ser soportada por las personas físicas. No veo el porqué debería pagar una empresa al estado por sus ganancias. El objeto de una empresa es ganar dinero, está bien que así sea, ésa es su razón de ser y no hay que castigarla. Excepto en el caso de empresas de un tamaño tal que rivalizan en poder con el Estado, y pueden amenazar la independencia de las instituciones democráticas, no veo la necesidad de gravar los beneficios empresariales.

Y ni tan siquiera en las grandes transnacionales. Mejor que eso, bastaría con obligar a las empresas de un determinado tamaño a estar participadas con dinero público y que se sentasen por lo tanto representantes del Estado en sus consejos de administración.

Con una fiscalidad que grave todas los movimientos de capitales fuera del Estado, y la anteriormente propuesta medida del Impuesto sobre el Patrimonio que impidiese convertir activos financieros de la empresa en beneficios personales, por el resto pueden las empresas dedicarse como mejor les convenga a su objeto de ser: ganar dinero.


Las empresas son de los accionistas, generalmente grandes conglomerados empresariales y financieros. Ahí está el segundo gran punto sobre el que hay que actuar: devolver al trabajador la propiedad de los medios de producción. Pero esto no se puede hacer de la noche a la mañana, y de nuevo vuelvo a hablar de ruido de sables.

De nuevo es mejor hacerlo a largo plazo, obligando a las empresas a pagar parte de los salarios en participaciones (acciones y otra forma de propiedad). Poco a poco, los trabajadores se irán convirtiendo, de forma colectiva, en los propietarios de la empresa. De esta forma, tomarán mejor control sobre su trabajo, su medio de vida y sus vidas.

El horizonte temporal puede estar perfectamente en los diez lustros, para que una gran empresa pase a estar controlada por los trabajadores. En empresas pequeñas en que la mano de obra es significativa respecto del capital, en una década podrían tener la mayoría de las participaciones en el negocio.

Esta toma de poder progresiva permitiría a los trabajadores irse familiarizando con las responsabilidades de una forma de gobierno colegiada. El cooperativismo sería desarrollado mediante la promulgación de leyes y el apoyo del gobierno a un modelo de empresa democrático.

Es importante que las primeras empresas socializadas funcionen no sólo bien, sino mejor que antes. No se pueden permitir errores como los que ocurrieron en la revolución de los claveles, en que grandes latifundios en manos de los trabajadores acabaron arruinados por la inexperiencia en la gestión, y de nuevo fueron adquiridos por los mismos u otros terratenientes a precios bajísimos. La dirección técnica de las empresas deberá estar en manos de profesionales, nombrados y supervisados por el consejo de trabajadores-propietarios.

Con trabajadores trabajando en su propio beneficio, el clima laboral y la satisfacción personal mejorarían muchísimo, aumentando la productividad de la empresa.

Ejemplos de cooperativas que funcionan, crean riqueza y la crean en beneficio de los trabajadores los hay a patadas (Coren, grupo Mondragón...)

Siempre quedarán sectores industriales o financieros, en los que el capital aportado por los trabajadores no sea suficiente para desarrollar la actividad (telecomunicaciones, eléctricas, bancos...). No hay inconveniente, más bien al contrario, en recabar por un lado el apoyo de dinero público, como antes mencioné, y por el otro de inversionistas privados.

El potencial de crecimiento de unas empresas que no son sangradas por el fisco es tan grande que pueden resultar muy apetecibles para la entrada de capital extranjero. La revalorización de su inversión compensaría la dura fiscalidad que soportarían cuando quisieran de nuevo recuperarlo. El mantener contentos a los inversores es absolutamente necesario para que cualquier estrategia económica triunfe. Sin su confianza, en unos días puedes encontrar un país en bancarrota y pidiendo la cabeza del culpable.


Conclusión:

Tanto el impuesto-muelle sobre el patrimonio, como la remuneración en participaciones de la empresa, son ideas ilusionantes y a la vez realizables que pueden llevar a un horizonte en que la distribución de la riqueza sea más justa.

La Reforma Agraria y la propiedad colectiva de los medios de producción, es decir, la destrucción del capitalismo pero no de un sólo golpe, sino como meta de un proceso en el que los ciudadanos irán haciéndose con el control de la vida económica del país, la cual por su trabajo siempre les ha pertenecido.
No sólo es una distribución de la riqueza en un momento puntual, para iniciar otro ciclo de concentración de la riqueza, son un par de medidas que impiden la creación de fortunas personales en el futuro, y por lo tanto nuevos grupos de poder que atenten contra la democracia.

18 de julio de 2007

Sentimientos encontrados


Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.

Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.

Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?
Jaime Sabines.

16 de julio de 2007

Un cuento de misterio



Este óleo "Cementerio del monasterio en la nieve 1819" de Caspar David Friedrich me gustó para el cuento Una rosa para Emily del escritor William Faulkner.

11 de julio de 2007

Renta Básica



Desde hace semanas, meses ya, cuando entro en casa al mediodía me encuentro una mujer de cierta edad, que podría ser perfectamente mi madre, comiendo un bocadillo sentada en el portal de entrada.

Una mujer humilde (de actitud), vestida correctamente, comiendo como un pardal (por lo huidizo) y siempre en el mismo portal. Cuando al entrar la saludo, responde con cortesía y con una pizca de desconfianza, como si le fuera a reprochar algo (se ve que algún vecino lo ha hecho, ya me enteraré de quién es el valiente) y la ha expulsado a la calle, a acabar su bocadillo.

Mi comunidad es así: una cloaca llena de ratas cobardes. Les han estado mangoneando y robando toda su vida, hasta tenemos un cacique y todo (ya le queda poco, dicen que tiene cáncer) del que todo el mundo murmura pero al que nadie se atreve a enfrentarse. Eso sí, un día que llovía, un menesteroso (antes se les llamaba así, ahora un sin-techo) se cobijó en el portal, por la parte de la calle, no dentro, entiéndase. Llegó una rata y, muy valiente con el débil, lo lanzó a la lluvia de muy malos modos. Una de las ratas que cuando ven a un vecino sonríen ladeando la cabeza y saludan con una mezcla de risa y balido.

Llevaba ya tiempo con la mosca tras la oreja, y algo ya me suponía. El otro día mi vecina de puerta, una buena mujer, ya mayor, que vino del pueblo para estar más cerca de sus hijas y que ahora reniega de estos señoritingos de la ciudad, echando de menos las charlas con sus amigas. Como decía, el otro día mi vecina mencionó a la mujer del bocadillo.

Normalmente intento evitar sus cuentos, porque si pico el anzuelo por no hacerle feo tiene tanza para rato y es capaz de tenerme una hora contándome sus achaques, las intimidades de sus hijas (si ellas supieran...), sus peleas con los tenderos de media ciudad. Pero esta vez le di cuerda para que me contara algo de esa mujer.

Resulta que, como me figuraba (casi me temía), es la asistenta (antes se les llamaba domésticas, y antes algo más feo) de una putilla cincuentona de mi edificio. Una solterona con ínfulas de princesa que se deja ver por los cafés carcas de la villa, presumiendo de talle, piel de bronce y pelo siempre cuidado.

La mujer del bocadillo, resulta ser una viuda que por la mañana trabaja en uno de los chalets de la zona bien de las afueras, y según sale viene a trabajar a la casa de mi vecina la Princesa de Éboli. La Princesa le paga 20 talegos al mes por venir tres tardes a la semana, sin seguro. Y como Su Muy Putísima Alteza no quiere que la plebe como en su casa, ni que sea un bocadillo en la cocina, la mujer compra en el Dia de la esquina pan y fiambre y se lo embocadilla. Aquí cerca hay algún bar que por seis euretes se come más que decentemente, pero entonces se gastaría, entre la comida y el transporte (es de un pueblo de la comarca) el sueldo de las tardes. Y el de las mañanas lo necesita para pagarse un seguro de jubilación (debe andar por los 60).

Que una mujer de 50, sin trabajo, sin hijos, sin nada que hacer en la vida más que adorar su propia vanidad...tenga que contratar a otra mujer mayor que ella para que le haga las labores de la casa...es injusto.

Que una mujer, después de toda una vida trabajando, tenga que aguantar las insolencias y desplantes de la Muy Zorra Marquesa de Pompadour (cuando nos cruzamos en el portal, arruga la nariz y tensa los labios, para dejar patente su superioridad y desprecio; yo saludo cordial y sonrío, sonrío imaginándome como quedaría después de bajar mi puño sobre su cabecita, como si fuera una nuez). Es muy jodida la necesidad. El dinero no tiene importancia ¡Je! Eso lo dice a quien no le falta. Sin dinero no eres libre (aunque muchas veces, con dinero tampoco, pero eso ya es cosa de cada uno, de lo gilipollas que se sea).

Aunque la narración parezca un remedo de Dickens, es absolutamente cierta. Si algún día queréis visitarme, os invito a una cerveza y os presento a la dama del bocadillo. Quizá sea sólo un detalle, más importante es la mierda de salario pero, el mandar a una persona que trabaja en tu casa que coma en la calle...lo siento, me hace chirriar los dientes.

Conclusiones:

1º Vivo en una ciudad de mierda, llena de provincianos endomingados que viven para que les vean, ignorante y clasista. Y parece que mi comunidad es la sublimación de todas estas virtudes.

2º En España han faltado unas cuantas revoluciones, muchos cuellos que cortar y unas cuantas ocasiones en que se diera la vuelta a la tortilla, para que entendieran que, al fin y al cabo, todos estamos en el mismo carro, y los que ahora están en el pescante, mañana pueden que estén tirando. (ya harán nuestros perrillos socialdemócratas lo que sea para que tal no ocurra).

3º La necesidad de instituir una renta básica de caracter general, que cubriese las necesidades básicas de cualqueir ciudadano. De esta forma, no tendría que asegurar su sustento aceptando trabajos denigrantes, explotación y abusos de miserables.

Por mi parte, no quiero saberme cómplice del que tiene que robar, mendigar, prostituirse o símplemente aceptar lo que le den porque no le queda otra para tirar adelante.

No es regalar nada a nadie. El mundo y su riqueza es de todos y lo que a unos les sobra, es porque han cogido más de lo que les corresponde. La justicia es precisamente restituir lo que ha sido injustamente adquirido, y restaurar la situación de equilibrio.

La propiedad privada es un derecho. Pero no es un derecho absoluto. La vida, la vida sí que es un derecho absoluto.

Creo que la lucha por una renta básica, por el mero hecho de ser ciudadano, es de las pocas cosas verdaderamente IMPORTANTES que exigir a nuestra basura política. Ahorraría mucho sufrimiento, dignificaría a toda la sociedad (recordemos las palabras de Bakunin: no puedo ser libre si a mi lado hay un hermano que padece) y sería un extraordinario mecanismo de redistribución social y potenciador de la economía (el pobre no compra pisos para especular, no compra automóviles de importación, no se lleva su dinero a la Isla de Jersey).

8 de julio de 2007

Revista de prensa

Antes de irme a la playita, que estará tranquila porque a amanecido nublado, voy a ojear con vosotros el periódico, en este caso La Voz de Galicia, que es el que tengo como página de inicio del Firefox. La Voz, en la órbita del grupo Vocento, practica un periodismo de bastante calidad, algo inaudito tratándose de un diario de difusión nacional y no estatal. Con ello quiero remarcar que no se trata de Mundo Obrero ni el Abrente, y que su sesgo editorial no es precisamente izquierdista.

En primer lugar, volvemos a hablar da Cidade da Cultura que lleva años construyéndose en un monte a las afueras de Santiago. Siguen sin saber de qué puede servir semejante engendro, más que para lucrar a las constructoras que en él trabajan. Este año se llevará un 28% del presupuesto de la Consellería de Cultura, sustraiéndolo de otras partidas. Al final, este absurdo, este monumento a la corrupción, al nepotismo, a la megalomanía del ex-ministro franquista costará a los gallegos más de 400 millones de euros.

La manía de hacer ampliaciones de presupuesto en las obras públicas debería hacer ruborizarse a más de uno. En un principio se calculó que las obras costarían a Galicia 108 millones de euros. Se llevan gastados 388 millones (65.000 millones de pesetas) y aún no se alcanza a ver el final de las obras (previsto para el 2012), a pesar de los intentos del actual gobierno de aquilatar en lo posible la factura, incluso renunciando a todo el complejo y quedándose sólo con dos edificios de los cinco edificios(los que ya estaban empezados).

¿Cómo una obra puede costar el cuádruple de lo inicialmente presupuestado? Esto es un fraude, pagado con dinero de todos los ciudadanos. Pero lo peor...es que es costumbre en las obras públicas incumplir los plazos y, sobre todo, los costes presupuestados.

Como el Gobierno Central no quiere hacerse cargo de la factura (y hace bien), y como Touriño no ha podido engañar a ninguna empresa para pagarla a pachas, ahora quieren meter en el ajo a los gobiernos de Brasil, México o Argentina, para que ayuden a tapar el agujero.

Se creerán que al otro lado del charco son tontos. Es increíble la simpleza de Touriño y su tropa pensando que otros países le van a quitar el muerto de encima.

A los gallegos nos quedan años para pagar esa excrecencia de hormigón, cuyo referente estilístico más próximo son los blockhaus y bunkers alemanes (la mayor parte de los niveles son subterráneos).

Vamos a pagar, pero aún no sabemos el cuánto, ni el hasta cuándo, y, sobre todo, PARA QUÉ. Más de la cuarta parte del presupuesto de la Consellería de Cultura tirado a la basura durante dos décadas. Alguien tendría que pagar por esto.




Y vamos al otro tema, recurrente en esta pocilga que quiere ser bitácora: la carestía de la vivienda y su repercusión sobre las economías particulares.

A pesar de la buena marcha de las cifras macroeconómicas, los ciudadanos cada vez tienen menor poder adquisitivo. O lo que es lo mismo, unos pocos se están forrando a costa de empobrecernos.

Los socialdemócratas siguen con el "España va bien", pero la calle no lo nota. La economía marcha bien, la industria avanza, pero el español vive cada vez más con el agua al cuello. Unas cifras no se interpretan bien (se ven las medias, pero no las medianas ni las varianzas), otras directamente no se interpretan. Veamos algunos datos que confirman que España va bien, pero los españoles de mal en peor:

El 50% de las hipotecas solicitadas son para aliviar antiguos préstamos

La venta de pisos cae un 20%

Descenso del ahorro: las familias viven sin margen


Empieza a bajar el consumo, los humildes curritos están dejando de meter paletadas de billetes en la caldera que alimenta esta locomotora enloquecida que es la economía de mercado. Sin el sacrificio de los fogoneros, la máquina pierde ritmo y los vagones que transportan a todos los que viven de nuestro trabajo irán más lentos. Puede que esta molestia les haga reaccionar y aflojar la presión de la correo que nos ciñen al cuello.

A pesar de la absoluta dependencia de bienes materiales que tiene el ciudadano medio embrutecido por el consumismo, la nómina no da para más. Por mucho que se eche mano de créditos, eso sólo son aplazamientos de la condena.

Hasta ahora, la socialdemocracia y el estado del bienestar habían mantenido un equilibrio en el cual el trabajador se dejaba robar con la condición de que fuera de forma moderada, para que le pudiera seguir viviendo en el Eurodisney de las fantasías consumistas que era Europa.

Pero las constructoras, las promotoras y los bancos han roto la baraja. Lo quieren todo para sí y lo quieren ahora. Consideran demasiado débil a la sociedad para tener que llegar a pactos con ella: han impuesto sus condiciones, sus precios.

La avaricia de estos depredadores va a quitar la parte del botín al resto de tiburones que esperan vivir de nuestro trabajo. Porque si tenemos que pagar la casa, no podemos cambiar de coche, irnos de viaje a la Isla Margarita o comprar el televisor de plasma.

Mi esperanza: que haya una pelea de tiburones, descontentos con el reparto de la carnaza. Quizá así, unidos, podremos escapar de la matanza sin muchas bajas.

Hasta los arenques, las sardinas y los boquerones son más inteligentes que nosotros: se agrupan en bancos compactos para repeler los ataques y confundir al depredador.

3 de julio de 2007

O Courel II




Xa falara aquí da Serra do Courel hai tempo.

Daquela, para ciscarme nos vertedoiros de lixo e nos incendios (e de paso, amosarvos algunhas fotos). Agora, me piden que dé publicidade ó problema das louseiras:

Comunicado Urxente da Asociación Ecolóxico-Cultural "SOS Courel"

Amigas e amigos !!

Pedímosvos encarecidamente que difundades, se o tedes a ben, esta mensaxe canto poidades.

Incrible !! pero de xeito totalmente inesperado, onte 21 de xuño, a Xunta de Galicia decidiu acabar de masacrar ao Courel, cando xa hai máis de 12 macrocanteiras canteiras en funcionamento:

O 21 de xuño , foi autorizada pola Xunta a Canteira A Campa-Santa Eufemia, (paxinas 2 e 17)

O Consello da Xunta de Galicia, tal e como tiña previsto dende fai tempo e sen escoitar o clamor da Cidadanía, tomou a decisión de acabar definitivamente co "Espazo Cultural do Courel".

Esta canteira que traballa nun furado da REDE NATURA, aberto a propósito no 2004; pero aínda nun Espacio Natural según as Normas Subsidiarias e Complementarias; desobedecendo unha orden de peche dende o 2002, confirmada pola Xustiza; foi premiada tal e como se expón nas páxinas 2 e 17

Esta canteira, ao parecer, foille formulada unha Declaración de Impacto Ambiental, que parece ser a garantía de tal legalización

Se este documento fora a garantía ambiental, cando se está a arrasar un río e un bosque centenario, preto de media ducia de poboados medievais, mellor que supriman de un prumazo toda a normativa ao respecto.

O mesmo 21 de xuño, o Consello da Xunta deulle para diante ao "Proxecto de Lei de ordenación da minaría de Galiza", polo que unha vez aprobado no Parlamento, o Courel será declarado "Concello Mineiro". A minaría terá prioridade absoluta sobre o Parque Natural (Páxinas 1 e 7)

Xa o 19 de xuño, autorizárase a instalación do primeiro Parque Eólico, dos varios previstos, na Rede Natura do Courel, en plena Serra do Oribio, no Camiño de Santiago.

¡¡¡ Agora, máis que nunca, seguimos coa campaña de recollida de sinaturas, envíos de correos electrónicos á Xunta de Galicia e a Prensa !!!


Fotos da louseira actual.

E unha páxina con máis información.

2 de julio de 2007

Seda


... apoyaré mis labios allá abajo, y los abriré bajando poco a poco, dejaré que tu sexo entreabra mi boca, entrando entre mis labios y empujando mi lengua, mi saliva descenderá a tu piel hasta tu mano. Mi beso y tu mano, uno dentro de la otra, sobre tu sexo...
Alessandro Baricco "Seda"

1 de julio de 2007

En primera línea de playa



Según los planes urbanísticos de los concellos , en los próximos años se van a construir en Galicia 800.000 nuevas viviendas.

En uno de los países con más baja tasa de natalidad de Europa, y con un balance migratorio aún negativo, con amplias zonas (el interior) en el que el crecimiento demográfico es negativo...se van a construir nuevas viviendas.

Podríamos hacer el cálculo fácil, a 2,5 residentes de media por vivienda: están planificadas viviendas para dos millones de nuevos gallegos. Uno no sabe de dónde van a salir, si actualmente residimos 2,7 millones de personas en este país. Si la natalidad es baja (consecuencia del elevado envejecimiento de la población, la fertilidad está en la media), la mortalidad alta (idem, la morbilidad está sólo levemente por encima de la media), existe poca inmigración, y los jóvenes gallegos (especialmente los titulados) siguen cruzando los puertos de Pedrafita o del Padornelo para irse a buscar trabajo en otras tierras...¿Cuánto tiempo tardará la sociedad gallega en duplicar su población y, por lo tanto, demandar esas nuevas viviendas que están planificadas?

Este aparente contrasentido no es tal si consideramos que la burbuja inmobiliaria aún está inmadura en Galicia, donde sigue inflándose con familias que siguen invirtiendo en ladrillo. Las constructoras, por supuesto, ofrecen lo que el mercado demanda y, las autoridades municipales, siempre fieles a los deseos de las constructoras (Greenpeace estima que hay en Galicia unas 6.000 construcciones ilegales en la costa).

Así pues, esas viviendas no estarán destinadas a la habitación, sino a la especulación. Esa es la primera explicación. La segunda, es que gran parte de esas viviendas son de segunda residencia, la inmensa mayoría apelotonándose en la primera línea de playa.

El paisaje es el siguiente: una generación que no puede acceder a la primera residencia, y otra, ya con el piso pagado y con posibilidad de ahorrar, invirtiendo en el chalet en la playa.

Los datos están recogidos del detallado informe que, como cada año, Greenpeace elabora sobre las principales agresiones a los ecosistemas costeros españoles.

El urbanismo es el principal, pero no la única amenaza para las costas gallegas: proliferación de campos de golf a pie de playa; vertidos (industriales, urbanos, de actividades acuícolas...) sin control, contrucción de puertos deportivos...y el fantasma del Prestige, en cuyas bodegas aún hay entre 700 (según el gobierno) y 23.000 toneladas (según estudios independientes) de fuel.



Esta campaña de Ecologistas en Acción resume de modo palmario mi opinión. Con las ya construídas, sobran viviendas para dar cobijo a los españoles habidos y venideros hasta las próximas dos generaciones. Seguir destruyendo el hábitat en este furor constructor ibérico es una torpeza de consecuencias irreparables. Recalificar más terrenos, dar más licencias de obra sólo sirve para echar más dinamita a una bomba que, cuando explote, nos va a mandar a la cola de Europa en unos pocos años.




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Ante tanta destrucción, las administraciones regionales ya se han puesto manos a la obra. Han identificado el problema y están persiguiendo a los culpables: la culpa es de los mochileros y los hippies piojosos que viajan, como gitanos, en furgonetas.

Estoy muy orgulloso de, cuando vamos de viaje, abandonar el sitio que he visitado sin que queden huellas de mi paso. Hasta el extremo de ir mirando dónde ponemos los pies, no vayamos a chafar un caracolcete que sale a pasear después de la lluvia. Nuestro respeto al medio que visitamos es máximo.

Y una valiente pareja de la Guardia Civil de Luarca, no tiene mejor cosa que hacer que molestarnos a horas intempestivas para lo que se suponía iba a ser un apercibimiento y toma datos para informarnos que estaba prohibido pernoctar en todo el Principado de Asturias, si no es en los establecimientos comerciales habilitados (es decir, hoteles, hostales, albergues y campings). A los meses, llegó la multa (curiosa forma de informar que tiene el gobierno del Principado, con este PSOE asturiano, para qué queremos derechona).

El daño objetivo que yo representaba para el medio ambiente es el de cualquier vehículo a motor: la contaminación y el apoyo de los neumáticos sobre la tierra apisonada del aparcamiento. Exactamente igual que el de los cientos de personas que, horas más tarde, abarrotarían ese aparcamiento de playa cuando ya nos hubiéramos ido (odiamos las aglomeraciones).

Pero esa valerosa pareja de la Guardia Civil no defendía los valores naturales y paisajísticos de la costa oriental asturiana. De tener algo más de valor, conciencia, conocimiento e iniciativa, perseguirían todas las actuaciones urbanísticas, vertidos y corruptelas que proliferan en toda la costa española, también en su municipio. Pues si antes hablábamos de las agresiones en la costa gallega, los atentados ecológicos en la costa asturiana son aún mayores. Qué raro, en el informe no figuramos los mochileros ni furgoneteros. Y sí muchas actuaciones que no sólo cuentan con la permisividad, sino con la complicidad y participación del gobierno del Principado y sus grotescas corporaciones municipales.

Pero esos policías, en aplicación de las leyes del Principado (gobernado por el PSOE más carca, reaccionario y casposo de la península, obviando la Coruña), defendían los intereses económicos privados del sector hotelero, para el cual los que preferimos viajar de forma autónoma somos incómodas molestias que ocupan espacio y no dejan dinero(en su opinión, porque a ver dónde compramos la comida, dónde repostamos, qué monumentos visitamos...).

Muy especial los camping, que ven como el servicio que ofrecen es despreciado por los que no necesitamos la piscina, la pista de tenis, la luz por la noche o el servicio de lavandería y restaurante. Con lo que llevamos en la furgo nos basta y sobra para ser felices (años cargando con la mochila, la comodidad de la furgalla es lujo asiático para nosotros).

De hecho, estamos seguros que los que dieron el aviso fueron los del camping que estaba al lado del aparcamiento. Tendría alguien que explicarme qué daño causo aparcando en un sitio gratuito y no en el espacio que me ofrecen en un camping. Desde luego, ambientalmente, el prescindir de las instalaciones del camping es siempre deseable. Si todo el mundo viajara como nosotros, el medio ambiente permanecería inalterado.

El gobierno autonómico nos obliga a consumir, si queremos visitar el Principado. La Guardia Civil defendiendo los intereses económicos particulares de los hoteleros, obviando que como ciudadano español, esa costa es tan mía como la del cuñado del alcalde dueño del camping, o de su amigo, el que tiene el hotel a 100 metros de la arena.

Desde los gobiernos autonómicos se potencia un tipo de turismo, de urbanismo especulativo, que es criminal para los medios costeros. Y sin embargo persigue a los que no necesitamos (ni podemos) comprar un chalet en primera línea de playa, para disfrutarlo un par de semanas al año y el resto del año estar vacío ocupando y destruyendo, con su presencia, un medio natural.

Nosotros, llegamos, vemos y nos marchamos. El chalet, se queda. Los apartahoteles, los bungalows, los campings, los restaurantes...se quedan.

Nosotros consumimos lo mínimo. Su modelo despilfarra lo máximo.

Nosotros viajamos conservando el entorno. Ellos lo destruyen.

Nuestro modelo de turismo es sostenible, el suyo no.

Nuestra forma de viajar es proscrita, su modelo de hormigón es impuesto.

Nuestro delito es que con nosotros, constructores y hoteleros no hacen negocio. A su modelo de destrucción, de turismo casposo y hortera se le pone el nombre de progreso y se le felicita.

Para nosotros, viajar es una necesidad, una forma de vida. Es mezclarse entre los árboles, entre las personas. Para ellos, viajar es un lujo elitista, embrutecedor, artificioso y dañino, que modifica el paisaje natural y humano de lo que contamina.

La Naturaleza nos ama, los caracoles agradecen nuestro cuidado al pasear, las briznas de hierba se yerguen a nuestro paso, las pájaros nos regalan los oídos agradecidos por no abatir sus nidos y la zorra nos saluda desde lejos cuando nos ve llegar.

La Naturaleza les odia. Porque la están matando.



Como homenaje a nuestra querida compañera de fatigas, ya parte de la familia.








Ya le pueden dar bien por culo a Asturias. Tus neumáticos no pisarán aquellos sitios donde no te quieran. Te queda por descubrir mucha Europa donde eres recibida con simpatía, sin miradas de desconfianza y recelo entre los paletos de ayer y nuevos ricos de hoy.

España hiede.