Se ha entendido durante mucho tiempo al ser humano como señor del día, y muchos creen que al oscurecer y ponerse el sol debemos correr a refugiarnos en el calor del hogar, pues fuera reinan los señores de la noche, esto es, los seres nocturnos; algunos agresivos, otros simples portadores de muerte.
Cada vez que el sol se alza, majestuoso, parecen apagarse nuestras tinieblas, parecen desaparecer todas esas confusiones y el camino aparenta ser más nítido. Como si la negrura desfigurara la senda que seguíamos. Como si al caer la noche una inmensidad vacía lo envolviera todo, como si todo fuera un abismo sin fondo por donde vagan nuestros pensamientos, sin fin ni razón.
Perdemos el sentido, caemos rendidos ante la luz cegadora del astro padre, la gran llama titilante. La luz del día llega a encandilarnos. Aunque nos destruya, nos consuela. Fuerza implacable, benefactora y maligna.
Pero al apagar su resplandor, toda su generosidad, toda su abundancia, se vuelve silenciosa y calma, rebosa de un frío acogedor que suplica cariño y protección. Sólo entonces siento el pardo abrazo de su dulzura.
Elijo el suave calor de una hoguera, para cobijarme a su verita y dejarme arropar mientras sus labios humeantes juegan con mis sentidos. Elijo observar esa hoguera, quedando absorta ante ese espectáculo de magia, color y luz en movimiento. Dejar que mis ojos, fascinados, brillen con el reflejo de todas esas llamas pizpiretas, todos esos destellos incandescentes, toda esa multitud de tonalidades chisporroteantes, presas de una fuerza para mí desconocida. Parecen cobrar vida. Danzan y danzan y no abandonan sus cabriolas hasta que su propia fuerza las aplaca. Entonces, exhaustas, se consumen y desaparecen. Como la vida.
Recuerdan al interior humano, a nuestra verdadera esencia, representada a veces como una sombra, una chispa o una llamita, saliendo por nuestra boca y bailando sinuosa ante nuestros ojos, cual ritual de fuego, cual culto a nuestra sutil y etérea vida.
Supongo que todos tenemos esa llamita que nos hace estremecer, reír, llorar, contenernos, retozar… Estar vivos, en definitiva. Esa llamita inquieta que quiere fluir y aliviarse con los placeres de la vida. Día y noche se agita, con malograda felicidad.
Quisiera poder seguir viviendo íntimamente unida a mis más preciados tesoros, festejar la vida en todo momento, incluida la hora del reposo, formando con todas esas llamas que tanto quiero una crepitante hoguera. Y sentir como el palpitar de nuestras luces nos enciende las mejillas, llenándolas de una calidez infinita.
Dejad que vuestros fuegos bailen. Dejadlos, dejadlos bailar.
15 comentarios:
Me gusta la foto,imagino que es tuya y... amanece?
Al igual que los atardeceres, me encanta esa dulce y suave luz que lo envuelve todo y que me hace soñar.
Igual que el resplandor del fuego que puedo ver en la cocina de leña de mi madre en invierno. Me quedo encandilada mirándolo y me gusta también porque me recuerda mi niñez.
Y si miro con detenimiento yo también puedo encontrar a algún duendecillo. O un pequeño demonio que me guiña el ojo...
Joder que buenos fichajes me he buscado.
Me ha hecho recordar un corto, "Muxicas", que me vi hace tiempo y me gustó mucho.
As muxicas son las chispas que saltan del fuego y, en el imaginario popular, espíritus que escapan del magma mágico de la hoguera para hacer y deshacer en el mundo de acá, antes de retornar al mundo inferior.
Por cierto, en la ilustración del fuego fatuo...las llamitas de los fuegos fatuos son de color azul o verdoso (muy poco energéticas). Lo lamento por la imaginación del ilustrador.
La primera vez que fui de acampada, con doce añitos, el que me llevó me contó que hay dos cosas en la naturaleza con las que, pases las horas que pases mirándolas, nunca te aburres: el fuego de una hoguera y el agua de un riachuelo.
Ahora que la acampada es enlatada en campings siempre me acuerdo de aquellos fuegos en cuerda larga, Peñalara, la pedriza, el pico de la miel, patones, picos de europa, pirineos,... hasta llegar a los annapurnas. De fogata en fogata, de raichuelo en riachuelo.
¿Sabes que hay adolescentes y jóvenes que hoy no conocen esas sensaciones?.
Pos si.
:(
Y no se puede amar aquello que no se conoce. La Naturaleza es para muchos, hoy en día, una entelequia, como lo puede ser la idea de país o de honor.
Por cierto, Javier...¿has ido al Annapurna? ¿Al campamento base o has subido alguno? Mi madriña!
Yo también pasaría horas frente a la lumbre...me recuerda a mis inviernos en la casa de mis abuelos...fríos y a la vez cálidos, con toda la familia, las conversaciones, el café en esas tazas enormes...
Me ha gustado mucho el comentario...
Hice una ruta por la garganta del Kali Gandaki, que rodea los annapurnas.
La garganta del kali gandaki es la más profunda de la tierra, ya que transcurre en medio de los annapurnas (7.937 Annapurna II) y el Dhaulagiri (8.167). Y en medio, yo y el Macchapucchare (6.994), pico sagrado nepalí, que es el único en nepal donde no se puede escalar.
Al campo base no me atreví porque como equipo llevaba unas nisu Koslada. Y tampoco era plan de dejarme las falanges, con lo de moda que se han puesto. Así que bordee los annapurnas durante 25 emocionantes días, donde el ritmo lo marcaba el sol.
Te aseguro que es la experiencia más brutal que he tenido con respecto a la naturaleza.
No, si te creo, te creo.
Juer, que envidia!
Mira, no envidio el coche nuevo de nadie, ni el chalet forrado en piedra, ni...ahora, las experiencias de la gente que ve mundo, eso sí que me da muuucha envidia.
Eso es verdadera riqueza.
Quizá algún día...
Sólo una cosita: he cambiado la foto que había colgado.
Como sale dos entradas más arriba (Solpor, del 04 de marzo de 2007, http://lamiradadelmendigo.blogspot.com/2007/03/solpor.html), me gustaba más si no se repetía.
Yastá.
Le pegaba más la otra foto al escrito, era cálida y acogedora. Esta es más fría y sosa, menos mal que aún se puede disfrutar de la antigua foto.
Sólo cambié la foto porque se repetía.
No creo que importe tanto. Hay gente más fría que esa foto (incluso de un frío hiriente), pero una foto no va a hacer nada porque así deje de ser. Creo que no molesta a nadie.
Lo de sosa... si yo lo soy... no lo serán también las cosas que cuelgo?
Me imagino que siempre hay algo de subjetivo e inexplicable en las cosas que se viven y por esa misma razón no es tarea fácil transmitírselas a cualquiera.
Y es que sobre gustos...
Bueeeeno, sólo te decía que le parecía mejor una foto que otra. Tampoco te piques, guindilla!
A mi me gustan ambas, aunque sin duda yo lo hubiera hecho mejor :p
¿O no? A ver qué me trae esta vez mi pupila... ;)
Y yo sólo digo que no importa qué foto metiera. Qué problema le ves?
Además, también está bien que entre tanta sosería haya algo de picoso, no? Así es menos aburrido.
Y me gustaría haberte visto a ti... Me volví algo turulata, con tanto cambio de colorido en tan pocos minutos!
A ver si tu pupila un día consigue fascinar de una vez por todas tus pupilitas!
:p
Anda, deja de dar el coñazo con esta entrada, que ya no está en la principal y tengo que ir a buscarla. :p
Ponte a currarte otra cosa chula que subir. Ya! Ops, ops, ops...
Además, te aviso: cuando pire de vacas te va a tocar la responsabilidad de amenizar al personal. Así que tú verás, o te pones a servir birras, o a bailar desnuda en la barra o ya te pensarás algo...
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