22 de junio de 2007

Había una vez....

.... un hombre pequeño y menudo que de vez en cuando contaba pequeñas mentiras, sin mala intención, solamente para salir de algunos apuros, como decirle a un amigo que no quedaba con él porque tenía que salir de viaje, cuando en realidad no le apetecía y se quedaba tranquilo en casa.

Así creía que al no decir la verdad no hacía daño a nadie y sobre todo se evitaba momentos incómodos e incluso discusiones. De esta forma su conciencia y su vida eran relajadas.

Tanto se acostumbró, que con el tiempo las mentiras salían sin darse cuenta por su boca sin que su mente pudiese reaccionar y acallarlas. Y ya no eran solo excusas para los demás, sino como sucesos y andanzas de su vida que no habían llegado a perpetrarse.

Alguna que otra vez se arrepentía, pues esas mentiras había que mantenerlas cuando se encontraba con las personas a quienes se las había dicho y como una espiral éstas llevaban a otras para salir del paso y las pequeñas mentiras se conviertieron en grandes envolviéndole sin remedio.

Pero si es difícil recordar hechos verídicos más lo es con los irreales y sus historias comenzaron a tener fisuras, por lo que la gente desconfiaba y ponía en duda sus palabras.

Llegó un momento en que ya no supo discernir entre lo que los demás entendían por realidad e invención, creyéndoselo todo fervorosamente, inventándose un mundo para él y sus congéneres, dónde siempre encontraba respuestas y soluciones a los disparates más absurdos, dónde la realidad y la ficción no tenían ni principio ni fin.

Como los que lo rodeaban se sentían ultrajados, ofendidos y no le comprendían, acabó recluyéndose junto a un criado sordomudo en una casa solitaria en un paraje aislado, rodeado de libros y recuerdos todos reales para él y acompañado de su inagotable fantasía.





7 comentarios:

Mendiño dijo...

He conocido algunas personas que dicen mentiras. Pero jamás he conocido a nadie que diga la verdad.

Raíña Loba dijo...

Quizás porque nos asusta.

Hay verdades que cuesta reconocérselas incluso a uno mismo, pero lo mismo con las mentiras.

Anónimo dijo...

Tal vez las mentiras más peligrosas son las que nos decimos a nosotros mismos.

Anónimo dijo...

Desde luego, sobre todo si nos las acabamos creyendo.

flor de un día dijo...

¿Y qué es mentira y qué es verdad?

flor de un día dijo...

Por cierto, me encanta las luces y las sombras del cuadro.

Anónimo dijo...

Mentira es que yo tengo melenas.
Verdad es que ¡me está dando un hambre!
XD