23 de enero de 2008

En la aldea II





Tenía 17 años cuando emigró a Buenos Aires. Marchó de una minúscula aldea gallega a una de las capitales del mundo, cargada de nostalgias y añoranzas. Encontró un hueco en una casa burguesa como criada, donde estuvo varios años y llegó a encontrarse a gusto, tanto que no pensaba regresar; sino fuese porque el hijo de sus señores la seguía por toda la casa, esperándola en los rincones para robarle una caricia. Ella era joven, alta, con buen cuerpo y bonita, pero sabía que si se dejaba enamorar sólo conseguiría ser una madre soltera sin trabajo.

Regresó con sus padres y con algo de dinero, pero allí la vida no era fácil: en una casa dónde todas eran mujeres no quedaba otro remedio que trabajar en el campo.

Pasados siete años decidió embarcarse en otra aventura y se marchó a Barcelona, a trabajar en una casa acomodada. Allí se encontraba cuando estalló la guerra civil. Como sus ahorros eran en pesetas de la República, pasaron a no valer nada; pasó hambre hasta caer desfallecida esperando el turno en las eternas colas para conseguir algo de pan; también miedo a quedar sepultada bajo los escombros durante los bombardeos. En cuanto pudo volvió a su pueblo, pues allí la situación no era tan crítica como en la ciudad.

No tardó en tener un pretendiente que no la dejaba ni a sol ni a sombra. Quizás no estaba enamorada de él, pero como le dijo su madre ,ya viuda, en casa se necesitaba un hombre, así que no se lo pensó mucho y se casó.

Después del primer año de matrimonio su vida cambió: sin saber muy bien porqué, él comenzó a maltratarla, y como ella no se amilanaba ni se callaba, los golpes empezaron a ser peores; ya no eran sólo bofetadas, eran palos y vergajazos... incluso un día en que ella estaba en la bodega que tenían en la viña, al lado del río y lejos del pueblo, él la encerró, apiló la leña que había fuera contra la puerta, y le plantó fuego. Suerte que al otro lado había unos pastores y empezaron a gritarle al hombre; éste, al verse descubierto, la dejó salir.

Así pasaron los años. Ella no podía abandonarle pues perdería su casa, sus hijos, y sería perseguida por abandono de hogar, por lo que aguantó sus maltratos e infidelidades hasta que él se puso enfermo y murió.

Desde entonces vive más tranquila, sola en su casita, siempre vestida de negro, más por las costumbres que por duelo. Desde que la recuerdo siempre va vestida así; incluso en invierno lleva un pañuelo negro cubriendo sus blancos cabellos.

Este verano estaba al sol en su terracita, leyendo (sin necesidad de gafas), y me acerqué a charlar con ella. Me preguntó si mi novio me había levantado la mano alguna vez. Le contesté que no, claro.

Si lo hace, aunque sea un leve bofetón - me dijo - déjale, márchate lo más lejos que puedas de su lado.

Continuando con este tema llegamos a las infidelidades, y me dijo con su sonrisa desdentada -si mis cuernos se viesen, no podría entrar por la puerta de casa-. Y soltó una gran carcajada.

Luego hablamos de su madre, mi bisabuela, que murió siendo yo un bebé, y del recuerdo que me dejó: un precioso ombligo.

Ella es mi tía abuela y acaba de cumplir noventa y siete años.

10 comentarios:

flor de un día dijo...

Me gusta la foto. La conocía y me gusta.
Desde luego, para mí, es de lo peor que puede pasarle a la humanidad. Querer tenerlo absolutamente todo controlado no hace más que empobrecernos. Si no se hubiera casado (con ése, con otro, con otra...) por esas estúpidas exigencias sociales, qué mal hubiera hecho? Y hacer creer a alguien que sin algo que la mantenga de por vida al lado no es nada... Tanto sufrimiento gratuito me entristece.
Aunque por otra parte, las infelicidades supongo que o nos rematan o nos hacen más fuertes.
Y no me imagino tampoco camino sin piedras...
Bueno. Me alegro de que por lo menos viva algo tranquilita y disfrute del sol y las sonrisas.

Anónimo dijo...

Tengo 41 años; mi abuela materna acaba de cunplir noventa. Tiene muchos achaques, pero vive en su casa, con mi abuelo. Las hijas les hacen la compra y cada mes una limpeza general de la casa, porque el resto de los días mi abuela es capaz de tenerlo todo recogidito y limpio. Pasa muchas horas frente al televisor, pero no está viendo la tele, está con la mirada perdida, tal vez recordando años de vida muy dura, o tal vez recordando años de mucha felicidad. Cada vez que la visito, juega con mi hijo, Al despedirnos, llora. Porque dice que ya le queda poco. Pero eso lo dijo tambien cuando me vió hacer la primera comunión, y cada vez que conoce a uno de sus bisnietos. Tiene siete. Ella dice que su familia es su medicina. Se llama María.
Ahora el que llora soy yo... pero no es de pena.

Raíña Loba dijo...

Hay tantas historias por contar...

José Manuel, mi tía abuela también me dice cada vez que nos vemos, que la muerte la está llamando. Quizás sea algo en lo que piensas cuando tienes tantos años, pero aún así yo le doy ánimos diciendo que tiene que cumplir 100 añitos, y ella se ríe. Además, para no tener ganas de vivir, tan pronto hace buen tiempo se escapa a la huerta a quitar hierbajos y se pasa allí horas. Que disfrutes de tu familia.

Y que todos disfruteis del relato y la foto, cortesía, como no, de nuestro mendiguito.

Sergio dijo...

Llévale, si no te parece mal, mi saludo por su cumpleaños.

Un abrazo.

P.S.: Me gusta tu forma de contar la historia.

Mendiño dijo...

José Manuel, que no, que nooooo.

Que lo nuestro es romper las familias, destruirlas...¿cómo nos vamos a poner a hablar de la familia? No, no. A nosotros nos ha amamantado papaito stalin, y la pasionaria es nuestra madre.

Y queremos robar a los niñitos cristianos para que se vuelvan ateos y homosexuales.

Hemos de dar una imagen como que la familia peligra con nosotros. ¡Y la democracia!

Y en China, cocían los niños para comérselos, que decía il cavalieri...

Así que nada de sensiblerías, en nuestro objetivo final de romper España y destruir la familia.

Raíña Loba dijo...

Gracias Sergio, me has levantado el ego :)

Y no, no me parece mal. Estará encantada de que la feliciten.

Campu dijo...

Una historia de calor y frío que me ha gustado mucho, Raiña...
Tu forma de contarla y la sensibilidad que desprende la pantalla cuando la estás leyendo...
Y puedo ver a esa mujer que ha aprendido con la vida, que ha sufrido y que ha disfrutado. Porque en este camino, además de piedras, hay muchos lugares en los que cobijarse...

Anónimo dijo...

La culpa es de Raiña, que ha ocultado un conjuro en su relato y me he contagiado. Pero ya se me ha pasado. Esta misma tarde la he pasado atropellando viejas ¡¡con el viejo truco de detener el coche en los pasos de cebra!! ja ja ja ¡¡cuatro, han picado cuatro putas viejas!! ja ja ja ABAJO LA FAMILIA Y LA MADRE QUE LA PARIÓ ja ja ja

Anónimo dijo...

Joas joas joas

Pero las viejas puntúan sólo la mitad, que como no corren son más fáciles de pillar.

Somos antisistema. Hemos de saquear tiendas, violar doncellas y quemar iglesias. Todo ello mientras cantamos la internacional puño en alto.

Ya me está saliendo cuernos y rabo...bueno, el rabo lo tengo desde hace tiempo.

XDDDDDDDD

Campu dijo...

Desde luego...leo mi comentario y luego los vuestros...
:)