18 de octubre de 2006

Maltrato animal


Se me ha ocurrido escribir sobre esto a cuenta de dos sucesos.

Uno: haber leído en esta bitácora un buen alegato antitaurino. Está bien escrito y tiene respuestas interesantes (sobre todo la mía, es lógico que así lo piense aunque suene tan mal el decirlo). Soy de la opinión que debería prohibirse el acceso a menores a las plazas de toros, ya que lo que ahí se enseña no es nada bueno. Tu entrada te da derecho a presenciar, seguro desde la barrera, la tortura y muerte de un animal a manos de otro. Sería mucho mejor para el niño llevarlo al Salón del Porno de Barcelona, para que aprendiera como follar a sus amiguitas de colegio.

El sexo no es malo, ni propio de la edad adulta (los calentones que teníamos de peques, buf!). La crueldad, la tortura, la humillación y la muerte si. E impropio de un ciudadano, sea cual sea su edad.

Ahora recuerdo algo que leí sobre Texas (dónde si no?) donde estaban prohibida no sólo la venta, sino la posesión de consoladores. En un estado donde puedes comprar no sólo pistolas o rifles, sino fusiles de asalto y lanzagranadas... Moral conservadora, reaccionaria, clerical...moral inmoral, moral asesina.

El otro, es acordarme de una perrita que nos encontramos en mitad de ninguna parte, vagabundeando en un embalse cacereño. Parecía de caza, y supongo que fue abandonada por su dueño por no serle de utilidad a este cometido. Como me decía la lobita, hay perros que no merecen a sus dueños, y dueños que no merecen los perros que tienen. Esta perra, aún jovencita, era el bicho más desmesuradamente payaso que me he encontrado. Con más hambre de cariño que de cómida, y eso que su hambre era mucha, se deshacía haciendo monigotadas para que la acariciaras y le dieras un poco de mimo. Se lo dimos, por supuesto, y algo de comida. Daba lástima su recelo al ver acercarse la mano, señal de que había recibido más palos que caricias. Es triste que perro tan cariñoso haya tenido amo tan zafio. Más razones tendría la cadeliña de dejar a bruto semejante que ese zoquete de abandonar perro tan encantador.

En resumen, me apena que se trate mal a un animal. Por proximidad, porque su sentimiento y dolor es similar al nuestro, por cuestión de principios. Para el corto tiempo que me toca pasar por este mundo, no me gustaría emplearlo en hacer sufrir a los seres que habitan este planeta, compañeros de viaje en el periplo que, subidos a esta bolita, hacemos desde hace eones a través del espacio.

Peeero. Y es que tenía que haber un pero. No estoy de acuerdo con hacer del maltrato animal un delito. La ley está construída para regular las relaciones entre personas. El animal no es sujeto de derecho. Esto es, si alguien te rompe una lavadora, te debe indemnizar por haberte causado un perjuicio. Si la lavadora no fuera de nadie, o fuera suya, sería muy quien de destrozarla a martillazos que no haría mal a ninguna otra persona.

De igual forma, si matas al perro de tu vecino, has de indemnizarlo por haberle privado de una propiedad, al igual que la lavadora. Pero la falta no es haber matado al perro, sino haber causado con ello mal a otra persona.

Esto choca frontalmente con mi forma de ver los animales. Yo nunca he considerado que la gatita fuera mía y si, en todo caso, yo algo suyo, ya que adquiero el compromiso de cuidarla. Ella manda en mi más que yo en ella, sin duda.

Pero lo que no podemos hacer es saltarnos los principios del derecho para acomodar la ley a nuestras convicciones personales, muy a menudo fruto del sentimentalismo e hipocresía.

Hipocresía de un primer mundo que gasta más dinero en alimento y atención sanitaria para sus mascostas, que en ayuda a sus congéneres del otro hemisferio (el de la pobreza, no siempre coincidente con el Sur geográfico).

Desconfío de quien es cruel con los animales, pues es muy probable que siga ese comportamiento de dominación con las personas. Pero mucha más repugnancia me dan aquellas personas que ponen al ser humano al mismo nivel que otros animales (los que ellos consideran "chulis" -mi perrito "fifi", mi gatita "lulu"-). Al igual que el que antepone a los Dioses o las Patrias antes que al ser humano, me da asco aquellos que se preocupan más de sus animales de compañía que del prójimo. Que los Dioses se preocupen de los Dioses, las Patrias de las Patrias, nosotros tenemos una obligación primera con nuestros hermanos de especie. Si no entendemos esto, nada será entendido.

La ley regula las relaciones entre personas, y en ello en nada entran otros seres animados o inanimados. Hacer sujeto de derecho a un animal, al igual que pasaba con los embriones, nos haría incurrir en absurdos y contradicciones.

Porque si incluímos en la ley el maltrato que un hombre le pueda hacer a un animal, también debiéramos incluir el daño que un animal pueda hacer a una persona. Esto que en ocasiones se da de ¿juzgar? y ajusticiar a un animal es aberrante. (en el ejército lo he oído hasta con objetos, como arrestar a una puerta que al cerrar pilló un dedo y anormalidades así). Un animal no tiene conciencia, no tiene libre voluntad y por lo tanto no puede ser requerido a justificar sus actos ante la sociedad. El animal se comporta como animal que es, y no hacer de su comportamiento valoraciones morales, tan del gusto de la muy ignorante sociedad anglosajona (muy aficcionada a ver documentales donde se humanizan comportamientos animales, tratando de animales "asesinos" como las orcas o los cocodrilos, u otros que son animales "buenos" porque no causan peligro al hombre, como se intenta demostrar del oso o el lobo).

Y si introducimos a los animales en el derecho, no sólo tendríamos que asistir a la aberración de un juicio a un perro por morder a un hombre, o incluso el de una avispa por picarnos...es que también habría que legislar con la conducta entre ellos. Un gato acusado de comerse un ratón...

Los animales son animales y las personas, personas. No podemos saltarnos esa línea porque caemos en los mayores despropósitos.

Aun en la anormalidad de que un animal pudiera ser objeto de derecho pero no sujeto (como ocurre con los menores de 14 años), acabaríamos cayendo en el pozo del absurdo, a poco que queramos aplicarlo con carácter general.

Así como la ley no puede discriminar entre personas,y (debiera ser) igual de grave matar a un negro que a un blanco, a un pobre que a un rico, a un hombre que una mujer...tampoco debiera haber estas distinciones entre especies animales.

Si es delito maltratar a un perrito, también debiera serlo reventar una mosca contra la pared, los pesticidas serían prohibidos por guerra biológica y genocidio, los champús despiojadores eliminados de las farmacias, e incluso los paseos por el campo terminantemente prohibidos por el riesgo, certeza de destruir vidas animales a cada paso.

No veo yo claro lo que diferencia a un animal de compañía de un arácnido o un artrópodo, para ser una conducta criminal maltratar a uno y un acto de higiene doméstica echar matacucarachas.

Aunque parezca hasta grotesco, una de las escenas más patéticas que he tenido que presenciar, es una hormiga acarreando a una compañera muerta a través de las inmensas dunas que formaban las pisadas sobre la arena en el inmenso erg de una calita. Un espectáculo luctuoso que merecería que Mozart se levantase de su tumba y compusiera otro Requiem, este bastante menos triunfal.

Dándole un giro más de tuerca: el exterminio masivo de especies animales, de "orden superior", dicho sea con perdón de los órdenes inferiores, en mataderos es una masacre, una hecatombe que no debería pararse de inmediato.

Si pegar a un perro es delito, ¿cómo no lo va a ser matar a miles de vacas, ovejas, cabras, cerdos o caballos para aprovechar su carne? ¿Qué es lo que distingue a un perro o un gato de los animales susceptibles de aprovechamiento cárnico? ¿Cual es la diferencia? Ninguna intrínseca, desde luego. La diferencia no está en lo animales, y sí en nosotros, que sentimos mayor simpatía, cercanía sentimental con unos, y no con otros que, a pesar de tener sensaciones, sentimientos e inteligencia como los animales de compañía, son vistos desde siempre como destinados a pasar por las manos del matarife. Esto es hipocresía.

A mi también me gustaría que se pudiera prohibir por ley el maltrato animal, porque lo detesto. Y con ello acabar con el abandono de mascotas, con las corridas de toros (y otras tradiciones igualmente brutales), la caza...

Sin embargo, eso implicaría forzar el derecho. Y no me gustan los atajos, los caminos fáciles. Desvirtuar el objeto de la ley para conseguir pretendidos beneficios a corto plazo es peligroso. La ley tiene un campo de acción de cuyos límites no debe excederse.

Un ejemplo en forzar la ley para conseguir un atajo político sería la Ley de Partidos. Otro ejemplo sería la obligatoriedad del uso del cinturón o del casco, o la prohibición de estupefacientes. La ley debe regular la relación entre ciudadanos. La ley (la sociedad, en último término) no es quién para regular el daño que puedas inflingir a un animal, o a tí mismo. Por mucho que deteste que alguien maltrate a los animales, o recomiende usar siempre cinturón o casco, o tener mucho cuidado con lo que cada uno se mete. No puede haber una ley contra suicidas, porque el Estado no puede regular las relaciones de un ciudadano consigo mismo.

Para no divagar en demasía: hay temas que no pueden resolverse a golpe de ley. La justicia está para resolver problemas entre ciudadanos, punto. La crueldad con los animales, así como sus hijas socialmente aceptadas como la caza,los espectáculos taurinos, o el comercio y ostentación de pieles debieran ir erradicándose como costumbres brutales, propias de un ser grosero y palurdo. Como la embriaguez o la falta de aseo, una persona cruel con los animales ha de ser objeto de la reprobación social, sin tener que intervenir los tribunales en ello.

El respeto a nuestra madre Naturaleza se ha de lograr con educación, no con legislaciones oportunistas y demagógicas. La ley es algo muy serio. Es curioso que lo diga alguien que se tiene por anarquista.

La vida de un animal, a diferencia de las personas, no es importante. Maldita sea la crueldad gratuíta en la experimentación animal; pero en los casos en que sea necesaria para la investigación farmacéutica, me es absolutamente indiferente que mueran millones de cobayas si con ello se salva una sola vida humana, esta sí única, irrepetible y maravillosa.

Lo que es importante, sobre lo que SÍ que debiera legislarse mucho más duramente, porque nos afecta a las personas, porque de hecho es lo que más nos afecta a las personas, a la supervivencia de nuestra especie, es sobre la protección de los ecosistemas.

Un animal no es importante. Mueren millones todos los días, la Naturaleza es así, muchas veces unos en las fauces de otros. Lo importante ese equilibrio, máxima expresión del orden anarquista, que llamamos Naturaleza.

No es ecológicamente importante, aunque lamentable y vergonzoso, que se torture un toro. Es muchísimo más grave que se queme un bosque, o se tale para hacer una urbanización.

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