1 de marzo de 2006

Sem terra


La primera vez que oí hablar del movimiento de los sin tierra fue a través de las fotografías de Sebastião Salgado, y de su serie Terra. Hace unos días hubo en la televisión un excelente documental sobre ellos: “Los Sin Tierra”, de Miguel Barros.


El Movimento dos Trabalhadores Rurais sem Terra(MST) es ya una organización con más de dos décadas a sus espaldas, cuyo fin es la lucha contra los latifundios, y su instrumento más poderoso: la ocupación de tierras para forzar la expropiación judicial y el reparto entre los trabajadores.

Es frecuente escuchar entre la manada de bienpensantes datos estadísticos que siguen el esquema de: en el mundo una pequeña parte de la población posee la mayor parte de la riqueza. Particularizando en Brasil, gigante también en desigualdad, un 50% del terreno agrícola pertenece a un 0,8% de la población. El reconocer en este dato estadístico una desigualdad que engendra injusticia social, situaciones de explotación y de miseria es algo evidente, a no ser que se trate de un minusválido moral (tipo bastante frecuente de lisiado que se da frecuentemente en las sociedades de régimen neoliberal y cultura hiperconsumista).

Pero el bienpensante socialdemócrata europeo, por cobardía o por interés, no da el paso subsiguiente: declarar intrínsecamente injusto ese reparto de la riqueza. Lejos de la fábula neoliberal de los que quieren ver al capitalismo como una suerte de meritocracia, en que aquellos que detentan el poder económico (y, por ende, el político) son aquellos que lo han merecido por su trabajo y su destreza, un análisis serio nos lleva a reconocer con certeza que la propiedad del capital responde a criterios mucho más oscuros, y se basa en los mecanismos de herencia, que sostienen la existencia de castas económicas. El dinero engendra más dinero, es una máxima básica de la economía. Sin la articulación por parte del Estado de mecanismos correctores que aseguren la movilidad social, nos encontramos ante un sistema similar al feudalismo en lo social, pero jugando en una economía globalizada de libre mercado.

El resultado es un sistema injusto, inmoral: el pobre es el que más trabaja, sin embargo jamás saldrá de pobre pues le falta capital. Después de una vida de trabajo, sólo le puede legar a sus hijos deudas. El que trabaja se endeuda cada vez más, el que huelga, medra. Una estafa al máximo nivel perpetrada bajo las bendiciones de la democracia y de la ley, una explotación de los más por los menos que es la razón de ser del sistema capitalista. Un círculo vicioso que los hijos del dinero santifican, piedra de molino que tritura los huesos de los desheredados en todo el mundo. Con la harina de esos huesos se alimentan las mascotas de los que poseen la tierra, el capital.


La propiedad privada no puede ser un derecho absoluto, el capital ha de tener un fin social. El dinero no es un fin en si mismo. No se hizo el hombre para el dinero sino el dinero para el hombre.

Y esa conclusión lleva necesariamente a otra: es obligación moral de la persona íntegra luchar contra ese desigual reparto de la riqueza.

El Movimento dos Sem Terra plantea una premisa irreductible: la propiedad de la tierra ha de estar en manos de quien la trabaja.


Pero una premisa tan sencilla tiene un hondo calado. El cuestionar la divinidad de la propiedad privada, y el condicionarla a un objetivo social, permite no sólo la expropiación de tierras de los fazendeiros para su reparto entre los jornaleros; siguiendo con prístina lógica ese principio nos lleva a la propiedad colectiva de los medios de producción, y por lo tanto del capital y de la tierra. Ésta es la definición de socialismo.

Las clases acomodadas de todo el mundo reconocen este monstruo que amenaza sus privilegios, y reaccionan en contra, defendiendo sus intereses de clase (un ejemplo muy curioso pueden ser las clases medias y sindicatos venezolanos).

Sin embargo, la acción de los sem terra se apoya en la estricta legalidad, consiguiendo la expropiación judicial de las tierras según recogen los artículos 184 y 186 de la Constituição do Brasil. (Brasil será todo lo tercermundista que queráis, pero a ver si encontráis algo parecido en la Constitución Española).

El reparto de tierras puede ser a título personal (una familia, una suerte) o colectivo, organizado en cooperativas de trabajadores. Ésta es una alternativa socialmente justa, para que la explotación pueda desarrollarse y contar con el capital necesario para una mantener una productividad que le permita sobrevivir en un sistema económico de libre mercado. La otra alternativa sería, como hemos mencionado, la estatalización de la tierra y su aprovechamiento en el marco de una economía dirigida de tipo socialista, pero es evidente que hoy por hoy no es una opción siquiera remota en el futuro político de Brasil.

El sistema cooperativista representa la alternativa social dentro de la sociedad capitalista. Es muy importante que la unidad de producción consiga una productividad acorde a los competidores del mercado (para lo cual hay que conseguir capital para inversiones y cuadros técnicos competentes). Una explotación no rentable será al cabo de un cierto periodo de tiempo reabsorvida por los latifundios, que la adquieren a bajo precio, provocando una involución del proceso.

Por lo tanto, no basta con el reparto de la riqueza. Hay que idear proyectos económicamente viables si queremos que sean perdurables en el tiempo. No podemos permitirnos el ejemplo de Portugal que, tras la Revolução dos Cravos, y la colectivización de los latifundios del Alentejo y fueron recuperados por los antiguos donos huidos a España o Brasil, comprados a bajo precio, debido a la inexperiencia en la gestión de la explotación de los nuevos propietarios camponeses,que llevaron las explotaciones a la ruina (para alivio de muchos, incluído los políticos del PS). Cada fracaso da argumentos a los que defienden el derecho de los más a gobernar sobre los menos, el derecho de unos pocos a poseer la tierra. Por Graça de Deus, do Exército ou do Estado de Dereito, que para el caso vienen a ser lo mismo.

Los latifundios tienen su origen en las heredades de tiempos del colonialismo, formados a través de los siglos gracias a las circunstancias (legales y de poder) del sistema colonial pre-capitalista y transmitidos en herencia durante generaciones. La denuncia de estas propiedades lleva a la exigencia de una Reforma Agraria que redistribuya la tierra entre la sociedad, dando una oportunidad de vida a las familias en el rural y frenando el éxodo masivo a los ghettos periurbanos, grandes bolsas de marginación y miseria humana.

Esta Reforma Agraria, siempre prometida en medio mundo, (sólo llevada a cabo bajo regímenes socialistas, después de revoluciones más o menos sangrientas) es un espejismo con el que políticos como Lula encandilaron a la gente y se auparon al poder. Una vez en el sillón, se dan cuenta (si alguna vez tuvieron afán de llevar la Reforma Agraria a cabo) de que no iba a ser un proceso fácil.

Es evidente que los que detentan el poder económico no van a renunciar a sus privilegios sin lucha. Y la lucha no es precisamente dialéctica. Siempre habrá perros, cipayos capaces de empuñar un arma para defender al que le explota contra sus compañeros de clase, sea en ejércitos regulares, sea en cuadrillas de paramilitares o simples pistoleros guardando a fazenda.


Un ejemplo es esta tierra gallega donde el campesino siempre ha preferido situarse del lado del cacique antes que del lado de su compañero. Pueblerino matando a su igual por indicación de su amo, espectáculo igual de repugnante que el de las peleas de perros o gallos que sirven de disfrute (y negocio) para los dueños de los animales.

La Reforma Agraria es una deuda pendiente en España. La muy tibia Reforma Agraria planteada en 1932 por el gobierno republicano de Azaña, pronto se vio entorpecida por la falta de voluntad política de llevarla a término. La llegada de Atila con sus huestes dio por concluído ese intento de redistribuir la tierra.


Ya en la transición, hubo de nuevo tibias promesas por parte del PSOE, de racionalizar y devolver a la moralidad la estructura del campo, en especial del campo andaluz y extremeño, aún dominado por latifundios regidos por un puñado de familias terratenientes.

Nada se puede pedir a un Partido Popular, brazo político de la oligarquía, sustentado por los votos de una clase media de trepas que sabe bien los intereses que defiende, y de una clase rural ignorante y embrutecida, sin conciencia de clase, que vota en contra de sus intereses, apuntalando el modelo económico macroempresarial que los explota.

Al PSOE se le podía pedir. Se le podía pedir que retirase de una maldita vez la S de su nombre. Porque se podrá estar de acuerdo o no con su línea política, pero es innegable que ésta, ni siquiera en su horizonte más lejano, es socialista. O cambiamos el nombre al PSOE, o cambiamos los diccionarios.

No se puede ser socialista y defender el libre mercado. Es como imaginarse a Ratzinger negando la existencia de Dios. Se puede ser creyente, se puede ser ateo. Pero las dos cosas a la vez no. Por muy publicitario que sea el nombre, por mucha historia que atesore, si tuvieran alguna dignidad y un mínimo de formación política, cambiarían el nombre a su partido. No es mejor ni peor ser socialdemócrata. Siempre es bueno llamar a las cosas por su nombre, y así ver dónde está cada uno (los de la derecha pueden seguir con eufemismos como el del centro reformista, todos sabemos qué son y los intereses de quién defienden).

Como ponerme a enumerar las traiciones del PSOE a la clase obrera me llevaría varias bitácoras seguidas, me limitaré esta vez con poner esta foto.

Sus protagonistas, ya los conocéis: por un lado, Manuel Chaves. Por el otro, la Duquesa de Alba, recibiendo del primero el título de Hija Predilecta de Andalucía (ante el regocijo de los jornaleros que estaban fuera). Otro de los galardonados por este gobierno socialista de la farándula fue David Bisbal.

Copiamos de la web del SOC un par de párrafos que nos ilustren sobre esta persona:

Cayetana Fitz-James Stuart (Duquesa de Alba), la mayor poseedora del mundo en títulos aristocráticos y nobiliarios, veinte veces Grande de España, con un patrimonio multimillonario en palacios, empresas, negocios y cortijos, propietaria de 34.000 hectáreas de tierra, por las que recibe anualmente una fortuna en subvenciones de 1.885.000 euros (unos 314 millones de ptas.) procedente de los fondos agrícolas comunitarios.

Y sobre la aristocracia terrateniente andaluza:

Los datos publicados por Intermón sobre las fortunas que se llevan éstos a costa de las ayudas comunitarias son escalofriantes. Sólo siete grandes propietarios en Andalucía se embolsan más de 14,5 millones de euros (unos 2.400 millones de ptas.), lo que representa el 25% de las ayudas totales: Hermanos Mora Figueroa-Domeq, Hermanos Barrera, Nicolás Osuna (Conde de Osuna), La Duquesa de Alba, Iñigo Arteaga Martín (Duque del Infantado), Hermanos Lopez de la Puerta y Samuel Flores. Por el contrario miles de pequeñas fincas familiares han ido a la ruina.

1 comentario:

Mendiño dijo...

E os collóns de Maria Pita!

Olla rapas, coido que tí non saberías distinguir unha ovella churra dunha merina, non si? É máis, penso que endexamáis tocaches nem churras, nem merinas (razas castelás) nem nenguna outra ovella. Estou no certo?

En canto o do touciño e a velocidade, non só o dicides por "alí"...é a traducción dun dito castelán moi xeneralizado.

Bem, imos ó grao:

Nom pensaba mesturar a forma de propiedade andaluza, coa castelá e a galega. O exemplo do galego púxeno como paradigma do baldrán que se deixa asoballar por non ter unha conciencia de clase que o faga forte fronte os abusos do poderoso.

A propiedade galega foi dende a Idade Media de siño enfitéutico, é decir, unha forma de propiedade foral.

Segundo tí o prensentas, os loitadores galegos conseguiron esa lei que lle quitou a propiedade os nóbeis para lla dár os labregos. Nom si? Unha sorte de revoluçom francesa mesturada con lacón e grelos.

Os collóns de Maria Pita, rapas!

A lei de Redención Foral foi promulgada pola ditadura do Xeneral Primo de Rivera, para bem dos señores. Para facer a redención, o forero tiña que pagar o terratenente unha cantidade que facía vinte veces a renda.

Na realidade, ista lei fora moi convinte para os intereses dos nóbeis e señores, xa que con ela lexitimaban a propiedade da terra, e no caso das exaccións, recibían por ela unha cantidade por riba do precio do mercado.

O certo é que, o contrario do que ti afirmas, que o labrego galego foi dono da terra a partiren do 1926, ista lei non mudou nada no agro galego, xa que só foi aplicada de xeito moi puntual, case que anedótico.

O labrego nom tiña a propiedade...nem deixaba de te-la (propiedade en enfiteusis). Con ista lei perdeu dereitos en favor do dono.

Ista merda de lei que ti presentas como un agasallo os galegos (a saber neto de quén serás para ve-lo asi) foi revocada pola República, poñendo fin o réxime foral. Os galegos agradecérono sendo a primeira rexión en unirse a sublevación franquista. O merdán do labrego galego, sempre defendendo os intereses do seu dono, contra os dos seus compañeiros de clase, contra os seus compatriotas (unha minoría) que botaron o monte ou fuxiron a França para continuar a loita.

En canto a que os caciques non eran propietarios, non penso nem tan sequera entrar a valoralo. Tiñan empregos na adeministración...algúns. É porqué os tiñan? Por selos fillos dos terratenentes, os únicos con educación e contatos para chegar a eles. Favor por favor...así dito...parece colegueo entre iguais. Os collóns. Explotación do labrego polo dono da terra, rapas! O cacique era (e sigue sendo) o "pai" mafioso arredor do cal xira a vida económica dunha unidade de producción (pobo ou comarca), é o cacique o que obtén os beneficios, das súas terras, e do produto das demáis. As familias de señoriños podían vestila saia de donos, de comerciantes, de banqueiros ou de advogados. Era o mesmo: vivir a costa do traballo alleo. Aproveitarse da miseria, da iñorancia, da cobardía do galego medio.

Como agora.

Mariano José de Larra, un dos mellores escritores españois do romanticismo, escribía alá polo século XIX:

"El gallego es un animal muy parecido al hombre, inventado para alivio del asno"

Ti podes alporizarte, a min dame o mesmo.

Ou bem podes pensar porqué unha persoa intelixente e bem informada facía este xuizo, moi común ademáis na sociedade da época.

O labrego galego sempre foi considerado entre as clases pudentes como un perro fiel e submiso, pouco levantisco e como moito algo rosmador. As galegas alimentaron coas súas grandes tetas os fillos alleos alá na Castela. Sempre dóceis, sempre servís.

A historia da Galiza, a partires do s.XIV e deica agora, da noxo.

(as mallorías absolutas do último ministro fascista gobernando en Europa foron unha sorte de lexitimación do franquismo na terra que o víu nascer).

Se ti queres mesturar os libros de historia cos de fantasía, que vexo que gustas deles, alá ti. Podes pensar que eres fillo dun Breogán gerreiro e altivo, se gostas. Pero ísa non foi, non é a Galiza real. As veces penso que os que inventades unha historia galega feita en clave épica, ou non coñecedes o que dicides amar, ou os avergoñades da vosa pretendida amada e pretendedes troca-la.

Galiza foi a que foi, é a que é, e non hai que trocala sua historia, senon o seu futuro.



Como terapia de grupo para os que se creen fillos dun Breogán, antergos dun guerreiro celta insubmiso e indomábel, para que vexades cómo sodes vistos polo mundo adiante:

http://www.todochistes.net/chistes-de-gallegos-29.html
http://bepop.com.ar/humor/Gallegos1.html
http://morriderir.com/gll.asp
http://www.paisdelocos.com/chistes/chistes/categorias/gallegos/