Friné, hetaira griega, musa y amante de renombrados escultores, pudo haber sido la belleza personificada.
Allí adonde iba, no se hablaba de otra cosa que no fuera su hermosura. Tantas veces fue comparada con la Diosa del Amor, que la acusaron de sacrilegio y la joven fue a juicio por ser una preciosidad.
Los sabios del jurado estaban obcecados en culparla por ser tan arrogante, presumida y sobre todo, por ser impía. Nadie podía compararse con un dios. Nadie.
Así que el abogado defensor, el orador Hipérides, viendo que sus palabras no llegaban a los acusadores, dejó que éstos juzgaran por sí mismos. Quitó la tela que cubría a la bella, dejando los atributos venéreos a la vista y tan pronto los ávidos ojos de los viejos se posaron sobre las voluptuosas formas del indescriptible cuerpo blasfemo, por unanimidad, decidieron que tal belleza no podía ser culpable de ningún sacrilegio. Si se había concebido un ser tan esplendoroso no podía ser más que por la gracia de los dioses y, por lo tanto, debía ser venerado como tal.
11 de febrero de 2008
El pecado
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5 comentarios:
Y es que en el hombre, tanto para bien como para mal, decide más la hormona que la neurona.
Bellísima entrada.
Y si uno tuviese mérito por haber nacido guapo...ni siquiera lo tiene por nacer inteligente...
La anécdota es muy chula, si.
Lástima del cuadro. En él aparece la cortesana con un gesto de pudor que no le sería propio.
Desnuda era la más poderosa de la sala, eso le daría una arrogancia y una altanería que no se ve reflejada en el cuadrito romántico (mujer débil y asustada como una pieza de caza, ideas de la mujer en la Europa cristiana).
Por cierto, me sonaba la leyenda, pero lo que no sabía es que es histórica. Friné posó, entre otros, para el más grande escultor de todos los tiempos (salvando a Fidias): Praxíteles.
Para conocer cómo era esta mujer, basta con mirar algunas de las copias romanas de las Venus del escultor.
La quieren condenar por su belleza y, a la vista de lo bella que es, la absuelven. Bonito canto al cuerpo humano que, según los que creen en la existencia de un creador, no merece vergüenza sino elogio y aprobación. ¿En qué momento se perdió la cordura y se impuso la sinrazón? ¿Quienes, acomplejados e hipócritas, impusieron como ignominioso mostrarnos tal como somos?
Más que arrogante, yo me la imagino serena, mostrándose, sin más. Es ésa la sensación que tengo al ver las reproducciones de Afrodita. Y... bueno, aunque lo que queden sean copias, me da que Praxíteles no sólo sabía reproducir fielmente el cuerpo de sus modelos.
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