28 de septiembre de 2006

Bombs over Geneva



Los suizos siempre han sido un pueblo peculiar. ¿Un pueblo? Perdón, han sido tres pueblos, cada uno con una lengua y tradiciones diferentes, pero con una peculiaridad: su oportunismo.

Como viven encaramados en altas montañas, nos ven al resto de los mortales de arriba a abajo, con superioridad. Así, mientras Europa se desangraba en guerras, los suizos permanecían al margen, guardando los dineros de unos y otros. Me recuerda a cuando dos tíos quieren darse de ostias y le dan los objetos de valor y las chaquetas a otro, para que se los guarde en la pelea. Cuando acaba la pelea, de lo que le dieron faltan cosas. Pero ninguno de los dos contendientes está en posición de reclamar nada, claro.

Yo nunca he estado en Suiza, pero todo el mundo que va, remarca dos cosas de sus gentes: lo limpias que están las calles, y lo parecida que es la policía suiza a las SS.

Si tuviera que definir a ese país con una palabra sería: HIPOCRESÍA. Una sociedad que se escandaliza ante nimiedades como escupir en la calle (de mear o echar la raba, mejor ni hablamos), y sin embargo deben su prosperidad a ser una especie de cueva de Ali Baba donde los más de 40 ladrones que hay en Europa guardan el producto de sus robos. Unas veces robos legales, empresarios que extraen el dinero de una sociedad para luego "deslocalizarlo", es decir, llevárselo a un paraíso fiscal. En resumen, empobreciendo la sociedad que parasitan. Otros casos, el dinero que se acumula en los bancos suizos es el fruto de pura y simple delitos organizados, actividades mafiosas y criminales.

Sin embargo, los suizos son como una puta muy limpia, que basa su honra en la limpieza de sus sábanas.

Hipócritas. Su prosperidad está cimentada en nuestro trabajo y explotación. Suiza, refugio de nazis mientras tengan dinero, refugio de todo criminal con tal de que sea correcto, educado, limpio y se comporte en sociedad.

Ahora los suizos han echado cerrojazo a sus fronteras, en una política que recuerda a la racista de la australia de hace décadas.

Aunque en eso, para qué negarlo, nosotros somos también un tanto suizos, esto es, hipócritas e interesados. Inmorales que ponen precio a su honra en varias divisas.

Porque a fin de cuentas, la política de extranjería de nuestro muy progre gobierno viene a ser la misma. Eso sí, tienen complejos en reconocerlo. Los suizos se curaron de ataduras morales hace muchos años.

El principio es el mismo: los extranjeros son buenos...cuando hacen falta como mano de obra barata. Si no, que se pudran en su casa porque, en la nuestra, afean el paisaje. Esclavos, los justos y necesarios para que el sistema funcione.

No es que seamos racistas. No, no es eso. No es cuestión de raza, que si viniese Michael Jordan o Clarence Seedorf bien que les comíamos a polla. No, no nos gusta que vengan inmigrantes porque son pobres. Y todo el mundo sabe que la pobreza es una enfermedad contagiosa, entonces mejor no tener mucho contacto con ellos, no se nos vaya a pegar algo. Sin ir más lejos, es lo que ocurre en Galicia con los portugueses, y bien claro está que no son una raza distinta. Es más, es que somos lo mismo, sólo que ellos supieron mantener su independencia de la voraz Castilla (¿porqué en los libros de texto post-franquistas no se menciona Aljubarrota?).

Pero vamos, que el desprecio es moneda de cambio, unas veces se da, otras se cobra; y si no, podemos ir a Francia. O peor aún, a Inglaterra (no comprendo como Hitler no nació inglés).

Que vengan negros en patera es un problema muy serio, y todo estado tiene derecho a defender sus fronteras. El negro muerto de hambre hace feo en las calles, quita el trabajo a los españoles. Sin papeles no hay trabajo, sin trabajo no hay papeles. Círculo vicioso que ningún ministro le alcanza a comprender. Tiene que venir con contrato de trabajo de su país, pero...¿quién contrata a una persona sin ni tan siquiera verle la cara? La gran mentira.

No queremos ver al negro. Al hombre negro. Pero sí que queremos el negro petroleo. Las mujeres bien no rechazan los negros diamantes, aunque estén ensangrentados. También es negro el cobre, el uranio y el gas. No, el gas no, que es moro. El Niobio del Congo y el Manganeso de Gabón, el Titanio de Kenia, que no sólo hay cebras y leones; y el germanio de Namibia. Quién iba a decir que Dios regalaría semejantes rarezas minerales a negros que no saben valorarlas. Para eso nos puso Dios sobre la tierra, a nosotros, al hombre blanco: para hacernos con ellas y dar a cambio sólo muerte y corrupción.

De sudamérica sí que nos interesan más cosas: los mangos y las papayas, la samba, la salsa y el ballenato. Y las mulatas que alegran los puteríos de media Europa. Se ve que para follar no somos tan racistas. O si, visto el éxito que tienen las rumanas...

Nos estamos haciendo europeos. Y la esencia de europa está en Suiza. Cada día somos más suizos, complacientes en nuestra urnita de cristal, de espaldas al resto del mundo. Que se maten ellos, que nosotros hacemos negocio. Si vemos que alguien nos ensucia nuestro lindo jardín, que perturba las aguas de nuestro lago artificial...lo echamos! Billete de avión y apáñatelas! Cada uno en su casa, y los españoles, primero.

Eso sí, cuando un político honrado (rara habis) de un país pobre decide hacer lo mismo en su tierra, y quitar las manos ajenas de los recursos naturales, ponemos el grito en el cielo. Para el morito hay fronteras, y vallas electrificadas, y alambres de espino...pero para REPSOL no. Cuando se trata de multinacionales, vivimos en un mundo libre y globalizado. Para qué crear más fronteras. No, no. Fronteras abajo. Cuando viene la competencia del tercer mundo, que puede arruinar a nuestros agricultores...alza la muralla, como decía el estribillo de la canción (que por cierto, no es de los monitos que estáis pensando, sino de Quilapayún sobre poema de Nicolás Guillén, esos monitos no han hecho más que traducir algunas y reintrepretar otras, su aportación a la historia de la música es la misma que la mía al apasionante mundo de la taxidermia en artrópodos y coleópteros).

Somos suizos, esto es, hipócritas. España para los españoles. Y el petroleo boliviano, también para los españoles. Y las telecomunicaciones argentinas, y el gas argelino...

Ah! Como siempre, dejo para el final explicar el título de este baralle. Es fácil: las bombas siempre caen en la casa del pobre. ¿Por qué para variar no caen una vez en casa del rico? ¿Os imaginais un bombardeo sobre Ginebra? Esos niños rubitos y sonrosaditos yaciendo desmembrados por las calles.... ¿Espantoso, verdad? Entonces...¿por qué lo permitimos en otras partes del mundo? ¿porque nos resulta rentable?

Pues más rentable nos resultaría ver a los tanques franceses tomando la curva de Loewe o de Saint Devote en Mónaco. Al ejército alemán tomando el palacio del príncipe Hans de Liechtenstein. La flota inglesa barriendo con la artillería las islas de Jersey, Guernsey y demás islas del canal. Los carabinieri entrando en San Marino, baterías españolas disparando sobre Andorra...

Ya va siendo hora de acabar con esas anormalidades políticas que funcionan como sumideros de capitales, pozo sin fonfo, agujero negro, que devora los productos de la explotación empresarial y otros robos no legales. Donde se esconden las fortunas de nuestros muy patriotas deportistas, hombres de negocios, tonadilleras y demás canalla. Siempre con España en el corazón pero con residencia en el Reino Unido.

Ya está bien de paraísos fiscales. Ya basta de tanta tontería, que viven del cuento y encima se permiten poner a un machaca en la puerta para que sólo deje pasar a los niños guapos, como en las discos de moda. Suiza se divide (por las buenas o por las malas) en tres regiones, un cantón para cada estado según afinidades étnicas; y a otra cosa, mariposa.

Ah! Y una vez normalizada la situación, quien quiera ir a recuperar su dinero, con el carnet de identidad en los dientes.

1 comentario:

Agar dijo...

A mí me da mucha risa cuando me dicen que ese país es un ejemplo de democracia porque se marcan un referéndum (por las chorradas más variadas) todos los meses...

Y ahora esto, la misma hipocresía que EE.UU. y sus murallas. Vivan los países construidos gracias a sus inmigrantes.

La fe del converso, que dicen.