2 de abril de 2006

El carnaval de los políticos


Leo en la prensa gallega que el Estado va a reembolsar a los partidos políticos gallegos 3 millones de ouros en concepto de gastos de la última campaña electoral (las autonómicas). Es decir, una cantidad añadida al montante que el Estado les da regularmente a los partidos políticos para que sigan encarnando la libertad y la democracia.

Es decir, que les pagamos a estos desgraciados 500 millones de pesetas para que nos mientan, nos traten de imbéciles en sus mítines, nos conduzcan como borregos al colegio electoral para legitimar su inmoralidad.

Pero lo peor es que esos 3 millones de ouros no les bastan, porque resulta que ellos se han gastado 7! Es decir, que el resto lo adeudan. Y no dudeis de qué bolsillos saldran esos otros 4 millones de ouros. De los suyos no, que no producen. Efectivamente: de los nuestros. Si pagan: de los nuestros. Y si los bancos se lo perdonan (o mejoran las condiciones), a cambio de ventajas inconfesables...¿de dónde lo van a volver a recuperar los bancos? Obviamente: de nuestros bolsillos.

Haciendo cuentas a lo bruto, se han gastado casi tres ouros por presunto votante, unas quinientas pelas, en convencernos de perder una mañana de Domingo en hacerles el favor de depositar su logo en una urna. La verdad, a mi me convencerían antes si me dicen: mira, te doy estas quinientas pesetas si me votas. ¡Hecho! Con 3 euretes aún se pueden tomar unas cervecitas en algún local de los que NO está de moda, ni nunca lo estará (no lo quiera Dios).

Pero en vez de dárnoslo en mano...¿en qué se han gastado estos desgraciados ese dinero? Contando que la publicidad en la televisión y radio públicas les sale gratis...

1.-en el maldito buzoneo masivo, con trípticos que casi nadie lee resumen de un programa que no se lo conocen ni aquellos cuyo nombre figura debajo del logo en el bendito papelito. ¡Cuantos árboles tumbados para imprimir tanta chorrada! Un compendio de generalidades que a nada obligan y que nadie se acordará al final de la legislatura de hacer cómputo del grado de cumplimiento. Los programas electorales están llenos de afirmaciones como: "Hay que mejorar la sanidad y reducir las listas de espera". ¡Como no estar de acuerdo con ello! Lees un programa electoral, y estás de acuerdo. Lees el del partido que se sienta enfrente en la cámara y...también estás de acuerdo! Y el otro...coño! Si también está muy bien lo que dice! Claro: Porque se escriben para que todo el mundo esté de acuerdo. Si bajasen a explicar los "cómos" y a los "porqués", tendrían que tomar parte en conflictos de intereses, creándose enemigos y no es así como se ganan las elecciones.

2.-en enmarranar las calles con sus repugnantes rostros. Ya hay que ser imbécil para creer que la cara de uno de estos mendrugos puede ser un argumento de voto. ¡Se creeran guapos y todo los muy mentecatos! Es increíble con qué cara dura abominan de los rapaces que hacen pintadas en los muros (algunos resultan francamente mejorados), mandando a los perros-pitufo en su persecución y tachándolos de vándalos (sin tener ni puta idea de quiénes eran ese pueblo germánico, si algo caracteriza a los políticos es su absoluta carencia de cultura). Sin embargo, ellos mandan empapelar las calles con sus rostros, repetidos hasta la hartura como si fuera un aberrante caleidoscopio. Carteles que luego tardan en ser eliminados semanas, meses...torturando con su sonrisa de vendedor de neveras nuestra sensibilidad y amargándonos el paseo por las calles. Sólo una alegría: cuando te encuentras un cartel con el perdedor de las elecciones (aunque al final, nadie pierde, cada uno gana en su universo para-real). Su mueca de media sonrisa es entonces la definición de lo que es quedársele a uno cara de gilipollas.

Por favor, señores políticos...dejen tranquilos a los críos con sus sprays y sus tackers. Los que verdaderamente estropean la belleza de la ciudad son ustedes. Alcaldes, concejales...métanse por el orto sus esculturas post-modernas de gusto deplorable, sus armatostes publicitarios en medio de la acera, y sobre todo y ante todo, sus carteles electorales. ¡La ciudad era bonita hasta que ustedes llegaron!

3.- En bocadillos rancios para los jubilados y pringadillos que van a los mítines a rellenar asientos. Un meeting en que uno habla y mil escuchan no es un encuentro, es una liturgia, una soflama, una arenga. ¿Quienes van a la Iglesia? ¡Pues los fieles! ¿Y para qué se enardece a unos fieles que son precisamente los más convencidos? Si total, esos gilipollas seguro que te van a votar. Digas lo que digas, hagas lo que hagas, seguro que arrancas aplausos. En sus discursos, ninguna idea razonada, nada que pueda ser rebatido desde la razón. Sólo una enorme sarta de vaguedades, de palabras-fuerza, de afirmaciones sin su correspondiente demostración. Verdadera basura intelectual.

Y la chusma aplaude. Palabras bonitas, altisonantes, grandilocuentes. El mamarracho ha gesticulado mucho, no ha dicho nada, pero ha sonado muy bien. Es un gran homber de estado. ¡Aplaudamos a nuestro leader!

Beeeee.

Auditorios así de receptivos querrían muchos sacerdotes desde sus púlpitos. También es verdad que en misa no se reparten bocadillos, sino ostias. Deberían los curas repartir banderitas a la entrada de la iglesia, y permitir un cierto alborozo. Cuando dijera: "Palabra de Dios", que sonase una música triunfal, y se levantasen toda la grey agitando las banderitas blancas y amarillas mientras el altar mayor se llenaba de confetti y globos.

Es lo que le pasa a la Iglesia, que no sabe vender. Les dijeron un día que para ganar adeptos había que besuquear niños...y se pasaron tres pueblos.

La parafernalia lo es todo. La de la Iglesia desde luego es cuidada, pero ya está muy manida y, además, es muy poco participativa. La de los partidos, imitando cada vez de forma más grosera las estupideces del hermano gringo, tampoco se ve que acabe de cuajar. Al menos hemos de reconocer que en eso de organizar meetings, con decorado efectista y coreografía triunfal, nadie ha superado a Adolfito...



4.- En camionetas-anuncio, con un cartel tamaño familiar en que el color de cada partido aparezca como preponderante (esto es básico en las campañas de marketing, como Amena con el verde, movistar con "somos azules" y el rojo de Airtel...perdón Vodafone). También es muy importante la musiquilla que suena por los altavoces. El himno del PP es tan inseparable como Nino Bravo al puto Papa Noël verde ese que todos hemos deseado en algún momento destripar con los cubiertos para pescado.

Su suprema soberbia les lleva no sólo a considerar su cara motivo de orgullo y emblema electoral. Sino a violar la intimidad de nuestros domicilios, traspasando los cristales de nuestras ventanas (sin tan siquiera orden judicial), obligándonos a escuchar su mensaje por las malas...o por las peores. Se creen que lo que tienen que decir es tan importante que hemos de oirlo a la fuerza, aunque no queramos. Y ese mensaje tan urgente no es ni más ni menos que una orden: "¡Vota a Zutanito!" "Para que todo mejore, para que cambien las cosas, para que deje de caérsete el pelo y su lavadora no se le rompa...¡Vote a Zutanito! Por Galicia, por España, por Tutatis...¡Vota a Zutanito!". Entran en mi casa, avasallando mi sosiego y mi paz, tuteándome y encima, dándome órdenes!

Mal rayo me parta, si antes de terminar esta carta, no le cae una maceta al megáfono rodande ése...

Lo que no explica la cinta del radiocasette transformado en aparato de tortura psicológica es cómo van a hacer para detener mi alopecia o para que la cal no se incruste en mi lavadora -¿a que a todos se os ha venido la misma marca bisílaba aguda a la cabeza? estamos bien enseñados por la tele, nuestra verdadera ama de cría ;)-

Los políticos hablan desde el púlpito. El pueblo calla, escucha y, cuando le toca, aplaude.

Ese no es el orden de las cosas. Si tuvieran algo de inteligencia esos miserables...callaban. Y escuchaban. Y volvían a callar. Y así estaban callados, sin abrir los labios durante años, décadas, siglos si fuera necesario. Y andando. Y oyendo. Y callando. Y así, al final de su vida, podrían decir aunque sea un par de frases dignas de ser tenidas en cuenta.

La política es una ciencia. Los políticos saben de política lo que un triunfito de música. Gastan enormes sumas en su grotesco carnaval, en vez de hilar un discurso lógico, coherente, de exponerlo en un foro abierto a la ciudadanía, de someterlo a la prueba de la crítica y la réplica; para poder ir a votar con un mínimo conocimiento de causa, y no como borregos, como malditos paletos, como analfabetos que firman un cheque en blanco para cuatro años.

Ah! Por cierto, también parte de ese dinero tendrá que ir para pagar la gasolina y las molestias de aquellos que llevan a los viejecitos a votar, sobre cerrado en mano. Los abueletes se les hace sentir, al menos por ese día, importantes. Ellos van tan felices, porque ese Domingo les hacen caso, les sacan de paseo, les van a buscar a la casucha, al asilo...

A los viejos les gusta sentirse importantes, sentirse necesarios.

Bendita sea esta democracia, SU democracia; al menos tiene algo bueno: ¡cada año y pico toca excursión en el asilo!

¿Razones? ¡Quién atiende a razones!

A carrexar, a carrexar...
hasta afundirmos no mar...

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