28 de agosto de 2008

La guerra de secesión



Sostenemos que las siguientes verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales; que Dios les ha dotado de ciertos derechos inalienables, entre ellos la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que los gobiernos se han erigido para asegurar esos derechos; y que cuando algún gobierno los destruye, el pueblo tiene el derecho de alterar o abolir el gobierno e instituir otro nuevo.


El 8 de Agosto, el ejército Georgiano entró en Osetia del Sur, atacando varias villas y posicionándose a las pocas horas a las puertas de su capital, Tsjinvali (Цхинвал), a la que sometió a un bombardeo conjunto de aviación (Sukhoi 25), artillería pesada y misiles múltiples (Grad, en la foto). Posteriormente tomó el territorio con varias columnas de blindados (T-74 vendidos por Ukrania) e infantería.

El ejército de Georgia tenía tanto derecho a realizar esa incursión, como el ejército inglés a disparar contra la multitud en la masacre de Boston de 1773, hecho que desencadenó la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América, cuyo preámbulo os acabo de citar, y que constituye el texto fundacional del Estado que luego vendría a ser gendarme mundial.




Boston era territorio inglés, como Osetia era territorio georgiano.

Parece que el texto de Thomas Jefferson, guardado como reliquia en un sagrario y expuesto al público en la National Archives and Records Administration, sólo tiene validez en el continente americano, al Norte del río Bravo.

Los principios, o son universales, o no son principios.

3 comentarios:

Gracchus Babeuf dijo...

El estupendo mapa-rompecabezas que incluyes demuestra que, en determinadas zonas del mundo, el estado-nación que inventamos en Europa occidental es inviable. Si insistimos en identificar estado con etnia y con idioma, sólo conseguiremos un rosario interminable de guerras.

Mendiño dijo...

mmmm

Buf, es difícil.

Veamos, un estado no tiene porqué corresponder a una etnia o un grupo de hablantes.

Vamos a poner un ejemplo: Francia, donde coexisten varias lenguas y sociedades con raíces culturales muy distintas (bretones y provenzales, par exemple).

Pero tampoco es cierta la opuesta: que un estado no tenga nada que ver con las culturas (en las sociedades modernas es un absurdo hablar de etnias).

Por ejemplo, Bélgica, y las diferencias que hay entre valones y flamencos.

Parece recomendable que las unidades de administración (ayuntamiento, provincia, estado, entidades supraestatales...) sean referidas a unidades más o menos homogéneas.

Parece lógico. Imaginemos una empresa en el que parte del departamento de contabilidad esté fusionado con parte del departamento de mantenimiento.

No parece muy funcional, ¿verdad?

Imaginemos dos Estados, que dividan comunidades iguales, y obliguen a convivir a Caín (ganaderos) y a Abel (agricultores). Todos son negros, qué más da, tiramos línea recta según tal paralelo y listos. Resultado: La matanza de Ruanda y Burundi entre Utus y Tutsis.

Por lo tanto: No necesariamente un estado tiene que responder a los límites culturales (tan imprecisos, pues no hay fronteras para la diversidad cultural). Ahora bien, un estado deberá ser deseado y aceptado por las comunidades que lo forman. Lo que no se puede hacer es imponer a una sociedad un estado que no desea.

Es de la imposición, de la falta de democracia, de donde surgen los conflictos.

Realmente creo que la democracia, la soberanía del pueblo que decide qué órganos de gobierno quiere dotarse, es la forma de conducirse las sociedades civilizadas.

Si dos sociedades quieren convivir juntas, estupendo, no tenemos porqué crear estados-tribu. Pero si una sociedad no quiere ser participar en un Estado (en este caso, por abrumadora mayoría, la sociedad oseta), el Estado no puede forzarla (y menos con bombas) a aceptar la sumisión que le imponen.

Esto reza para cualquier sociedad que se reconozca como tal, sean osetos o chechenos, vascos o navarros, kurdos o quebequenses.

El pueblo manda y el estado no es más que un instrumento al servicio de la gente.

La divinización del estado-nación del s.XIX acabó en el fascismo del s.XX (porque estado-nación era Prusia, era Alemania, Francia o España). Divinizar el Estado para cohesionar un territorio enorme y heterogéneo como cualquiera de los citados poniéndoles ante un enemigo común.

Mendiño dijo...

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