Esta foto la saqué hace unos días, en el puente de la Hispanidad. Con esa pista, a ver si adivináis dónde fui.
Si, es una típica casona vasca, no hay duda. Efectivamente, estuve en Euskadi, lo habéis acertado.
Lo que no podéis saber es si estuve en territorio del Estado español o del État Français.
Cuando más abajo decía que España no existe (et la France non plus), no era, o no solamente, por provocar.
España es un estado, eso está claro. Pero no es un Estado que se corresponda con una nación, antes bien, es un estado supranacional. O más exactamente transnacional.
España no tiene lo que sí tiene Euskal Herria, Andalucía o Bretaña: una cultura propia, una identidad étnica y sociológica. Galiça es un conjunto, y España es un aglomerado de nacionalidades (o de partes de ellas) heterogéneas.
No es que esto sea intrínsecamente malo. Casi todos los estados están formados a partir de retales de culturas que han tratado de unificar para crear una adhesión y fidelidad al estado-nación.
Francia y su centralismo puede ser el mejor ejemplo de cómo llevar a cabo un genocidio cultural para lograr la homogeneización de varios pueblos en torno a una bandera y un idioma: el francés de Île-de-France (París), declarado única lengua oficial del reino ya en el s.XVI, dejando las demás lenguas el despectivo nombre de patois. Lenguas con mayor número de hablantes, más antigüedad y tradición oral y escrita, reducidas a la categoría de jerga de paletos ante la lengua del poder: el francés. Así, fueron consideradas como dialectos populares lenguas como el bretón, el corso, el occitano, el vasco, el gascón, el catalán, el flamenco, el alsaciano...
En España, los que tenemos unos añitos hemos estudiado en el colegio que el catalán y el vasco eran dialectos del español (me pregunto como un padre puede tener hijos más viejos que él).
Me centro en las lenguas porque son la marca más fiable de una identidad cultural. En antropología hay otras, como la religión, tipos de enterramiento, urbanismo, industria (lítica, metalúrgica)...pero son de menor aplicación hoy en día, debido a los intercambios culturales que permiten una mayor diversidad y dilución de las características étnicas.
Las culturas siguen sin ser, afortunadamente, puras. Pero siguen existiendo. Y en ellas están enraizadas las sociedades y los pueblos; pueblos formados por individuos diferentes, con un acervo cultural heterogéneo. Pero dentro de esa amalgama de ideas de todos los rincones del mundo, reconocemos una cultura común a ese grupo. Que puede expresarse desde la lengua en la que te diriges a tus padres a la forma de salir con los amigos, la nana que le cantas a tu hijo, tu preferencia por tal o cual comida. Cada persona es un mundo, pero está arraigada a un poso cultural del lugar donde vive que le condiciona en su forma de entender el mundo: eso es cultura.
(y lo dice uno que disfruta no siendo de ningún sitio y que intenta hacer suya toda tierra que conoce)
Formar grupos de personas siempre es problemático. Afortunadamente. Dentro de nosotros hay un cosmos, y buscar cosas en común es difícil hasta entre dos siameses. Sin embargo, sí que hay rasgos étnicos que podemos rastrear para intentar hacer grupos lo más homogéneos posibles. Cojamos de nuevo por simplicidad los rasgos lingüísticos.
Veamos el territorio de expansión de la lengua vasca (exactamente lo que significa Euskal Herria).
¡Carallo! Esto ya no es un rinconcito de la península, sino un buen pedazo de territorio de 20.000Km2 y tres millones de habitantes. Más que de sobra para albergar un estado viable.
Entiendo que al nacionalismo español le chirríen los dientes con sólo pensar que se una la Comunidad Autónoma Vasca a Navarra (son los valles navarros pirenáicos el origen de los pueblos vascones, y durante siglos Euskal Herria tuvo un estado llamado Reino de Navarra).
Y que decir lo que opina Sarkozy de la secesión de Iparralde...
Ahora vamos con otro ejemplo: los Països Catalans.
Una extensión de 70.000Km2 que alberga a más de 13 millones de habitantes. Como Irlanda, Bélgica, Luxemburgo y Eslovaquia juntas (¿os acordáis de la antigua Checoslovaquia?).
Podemos seguir haciendo grupos lingüísticos, como el astur-leonés (curiosa interés para separar Navarra de Euskadi y en cambio integrar a los leoneses en Castilla), o el galaico-portugués.
Esos mapas lingüísticos responden a comunidades más o menos uniformes. No es un axioma de aplicación general ni una verdad absoluta, pero muchos creemos que sería preferible la existencia de estados que respondiesen a las fronteras étnicas, para crear una Europa de los pueblos lejos de los intereses de los grandes Estados transnacionales actuales.
Nota: cualquier frontera es un convencionalismo administrativo, las culturas presentan una gradación entre ellas que, salvo en casos extremos (grandes accidentes orográficos infranqueables hasta muy poco, como océanos o cordilleras como la andina o el Himalaya) imposibilita trazar con rigor una línea que separe un pueblo de otro.
Puede sonar paradógico pero se puede ser, yo me considero al menos, independentista sin ser nacionalista. Quiero la destrucción de España (y Francia, y...) para crear estados nacionales, pero por motivos pragmáticos: parece más sencillo el autogobierno en una población que comparte una cultura común.
El nacionalismo generalmente es una forma de determinismo del individuo, adscribiéndolo a un territorio, una pérdida de la libertad e independencia personales que diluyen al ciudadano como parte de una nación.
Por eso rechazo el nacionalismo, catalán, vasco, gallego...pero dóblemente rechazo el español, porque el objeto de ese nacionalismo es una nación que NO EXISTE.
Estados que se construyeron sobre, a través de los pueblos hay muchos, casi todos. Bélgica, por nombrar un ejemplo de actualidad por la tensión entre valones y flamencos. Podría seguir con las fronteras de los países coloniales trazadas por los europeos con tiralíneas siguiendo paralelos y meridianos (Ruanda-Burnudi) y separando tribus (utus-tutsis) creando una bomba de relojería que tarde o temprano acaba por reventar (Serbios, Croatas, Eslovenos, Albano-Kosovares...¡boom Yugoslavia!).
Igualmente, hay pueblos sin estado: kurdos, leoneses, saharauis, vascos, aymaras, chechenos...
Los Estados modernos se hicieron por la razón de las armas, un Estado era aquel pedazo de tierra que un rey era capaz de conquistar y defender.
Así España ha pasado de ser ésto con el emperador Carlos:
Llegando a poseer ésto en algún momento de la historia:
A ser hoy en día ésto:
Lo que hace años era España, ahora se llama Ecuador, Argentina, Bélgica, Filipinas...o forma parte de otros Estados como EEUU, Francia, Alemania o Italia.
¿Y mañana?
Pues mañana, Dios dirá. Aunque me gustaría que lo que tenga que venir mañana, sea por la libre y democrática decisión de los ciudadanos, y no por lo que diga Dios, interpretada su voluntad por uniformados de toda calaña.
Hasta ayer los Estados se formaron con la violencia de los cañones. Espero que en adelante, los Estados se formen por la voluntad popular.
España no ha existido desde siempre. Nació en 1469 con el matrimonio de Isabel de Castilla con Fernando de Aragón. Nació, creció, menguó y, algún día, como todo lo que nace tendrá que morir. No pasa nada, es sólo una idea. Lo importante son las personas.
Vamos a poner un ejemplo.
Tenemos un saquito de canicas. Canicas de brillantes colores, de varios tipos de cristal, de variados tamaños. Cada canica tiene varios colores entremezclados.
Ahora vamos a agruparlas, y para ello tendremos que emplear un CRITERIO de selección.
Yo propongo agruparlas por su color preponderante. Pero no es una clasificación fácil, pues hay muchos colores y además, en las esquinas aparecen canicas de aguamarina, de colores púrpuras y anaranjados, gradaciones de colores difícilmente clasificables.
Así pues hago grupitos de canicas, pero dejo claro que hay márgen de error a la hora de hacerlos, que cada canica es un mundo y que no deja de haber cierta arbitrariedad en su elección. De mis grupitos no se puede extraer ninguna conclusión considerada como verdad universal, sino símplemente un convencionalismo para mejor cuidar de estas canicas.
Ahora llega un rey con sus cañones. Y me aparta y agarra todas las canicas que le caben en su puño. Se empeña en que todas las canicas deban reflejar su brillo. Su criterio de selección es la fuerza, la máxima arbitrariedad. Y aún por encima da nombre a ese puñado de canicas que le caben en el puño y exige que su absurda selección sea considerada como verdad absoluta, inmutable e incontrovertible. Mientras tanto, al cerrar el puño, se le van cayendo canicas.
Esa es la diferencia entre lo que yo propongo y el nacionalismo español. Por eso sostengo que España no existe.
Yo propongo un CRITERIO: estados que comprendan nacionalidades históricas. Que exista una correspondencia entre estados y pueblos, entendidos estos como aquel grupo humano que comparte una cultura común.
El nacionalismo español impone como único criterio el de los hechos consumados por la violencia de la historia. Esto es así y así hay que honrarlo. Si se aprecia que puede haber disensiones ante las diferencias sociales y culturales de los pueblos que abarca, se cubre todo con la enseña nacional y se impone a todos el idioma de la capital (y esto no sólo ha pasado en España o en Francia, también en Galicia con la normalización lingüística ocurre algo similar).
Por lo tanto: ESPAÑA NO EXISTE. Es un conjunto de ciudadanos agrupados sin ningún criterio con la razón de las armas y los matrimonios de Estado. No existe una identidad cultural española como sí que la hay canaria, asturiana o catalana. No existe idioma español. Existe el castellano, el aragonés, el catalán-valenciano-mayorquín, el gallego, el astur-leonés, el castúo y, claro, el vasco. Que estaba aquí antes que los demás llegaran traídos por las legiones.
No existe una sociedad española pues no encuentras en su población características comunes que la individualicen y distingan de sus vecinas. Tienen más en común un gallego de Tui con uno de Valença do Minho, que con un gaditano.
Existe la sociedad gallega, con unas costumbres, una cultura muy marcada que la diferencian claramente de la castellana y la hermanan con asturianos y portugueses.
Pero no existe la sociedad española. Pues no es una población con rasgos culturales ni sociológicos comunes.
Nada tiene que ver el Gazpacho con el Marmitako.
Existe, vaya si existe, el pueblo vasco. Existía antes de que Amílcar Barca o Escipión el Africano pisaran con sus sandalias la Península. Y con el interés con que veo a muchos vascos dirigirse a sus hijos en su lengua, seguirán existiendo quizá cuando el nombre de España sólo sea conocido por los amantes de la historia, entre nombres como la Tracia, la Lidia o la Cirenaica.
Que las fronteras son absurdas lo aprendí desde pequeñito: mi padre es de una aldea de la raia seca a unos pocos cientos de metros de la frontera portuguesa. Dando un paseo desde el pueblo cruzabas al otro lado en cuestión de veinte minutos. Y el otro lado era el mismo lado. Allí, en el campo, no había ninguna rayota gorda de cruces y trazos. +-+-+-+-
Era la misma tierra, que los conejos y jabalíes cruzaban con libertad. Cuando llegabas a la aldea de enfrente, era la misma gente, la misma lengua (portugués galleguizado, gallego portuguesizado) las mismas miserias y la misma forma de ganarse la vida y la misma forma de sobrellevarla. Diferencias había cuando se acababan las vacaciones y teníamos que volver a Madriz. Sin cruzar ninguna +-+-+-+- pasaba a vivir en un mundo distinto, casi otro planeta. La gente vestía diferente, hablaba diferente y se preocupaba de cosas diferentes.
Cuando cojo un mapa topográfico (una de mis aficciones) veo que una línea altimétrica corresponde con una elevación del terreno, cuando se aprietan hay una pendiente (gradiente de altura). Un cuadradito rojo es una casa, una sinuosa línea azul, un río. ¿Pero esa serie de cruces y rayas? No aparece por ningún lado en el paisaje! Es mentira! Sólo está, como los dioses, las hadas y los fantasmas, en la cabeza de la gente. Es un convencionalismo, una entelequia, una realidad contingente.
Una brizna de hierba, una chicharra, el piojo de un perro son realidades de orden superior a las de Dios, la patria o el dinero. ¡Tienen existen real! ¡Tiene más sentido matar por defender una seta del campo que matar por cualquiera de esos fantasmas!
Si desapareciera de un plumazo el género humano, desaparecerían con ella las fronteras, los dioses, los tipos de interés...pero permanecería la cafetera que ahora está humeando en la cocina, permanecería este teclado que aporreo, quedaría mi gatita eso si, desconsolada. Quedaría el humilde guijarro y la inmensa montaña. Quedaría el cielo, pero no Dios.
Porque son realidades que existen, independientemente que no haya nadie para pensarlas. Son realidades necesarias.
España puede ser o puede no ser. Puede ser así o asá, según nos convenga. Es una realidad contingente.
Todas las fronteras son una mentira pero las que contienen el batiburrillo español son, además, absurdas.
Canicas reunidas sin más criterio que la fuerza de las armas y la costumbre, eso es España.
Luego:
ESPAÑA NO EXISTE
Q.E.D
P.S: Por cierto, la foto de la cabecera está sacada en un pueblo llamado Saint Étienne de Baïgorry, en Zuberoa, dentro del Estado Francés.