Este finde pasado estuvimos en la Cabrera.
Al bajar las portillas de entrada a Galicia, tomamos esta foto:

Si ya es difícil que haya un incendio por causas fortuitas en Galicia, imaginad en Marzo en una zona especialmente húmeda de montaña. ¿Quién ha sido el responsable? Bueno, el día antes de las elecciones da para pensar mal, pero por desgracia cualquier otro día también hay incendios. Desde luego, el helicóptero que se ve en la imagen cuesta un pastón (creo que sale a medio millón de pesetas la hora), un pastón que la Xunta se ahorraría si no hubiera tantos incendios...y que algunos dejarían de ingresar.
Pero la razón suele ser mucho más simple: búsqueda de pastos para la ganadería extensiva. De hecho, el mismo día saqué esta foto de una vaca pastando la hierba que salió del último incendio, unos meses atrás. Esto es algo absolutamente prohibido, no se puede apacentar al ganado en una superficie quemada en menos de cinco años desde el incendio. Y esto no está escondido, que la foto está sacada desde la carretera, y unos minutos antes había pasado un todoterreno de la Guardia Civil.

Pero nada, claro, en los pueblos, ya se sabe. Lo que me parece divertido es que los políticos se rompen las mientes tratando de elucidar los responsables de los incendios, cuando en muchos casos es de sobra conocido.
En fin, para hablar más sobre tan manido tema:
Incendios forestales Ahora, a ver como hago para presentaros las fotos.
La Cabrera es algo así como el ombligo del mundo. Una región cerrada por las mayores alturas del Macizo Galaico: Trevinca, la Yegua y el Teleno, queda aislada del resto del mundo. Sus únicas salidas son hacia La Bañeza o hacia el Puente de Domingo Flórez. El resto son puertos de casi 2000 metros.
Es una región despoblada, paupérrima, dura. Desolado el paisaje humano por la emigración, hay pueblos donde sólo dos o tres casas se mantienen habitadas. El paisaje natural está destruído por los incendios, la tala y el pastoreo. Aún así, aún quedan carballales en las laderas de umbría y encinares en las de solaina.
Y abajo de todo, al final del precipicio, el río Cabrera.
Mezcladas con las fotos de los pueblos, están las de la montaña. Es la Yegua, con muy poquita nieve. Desde ella teníamos el Teleno a un paso (con botas de siete leguas) Es la foto 5, después de los gatos.
Por cierto, si os preguntáis qué miran tan fijamente los gatos, la respuesta es un pedazo de pan que la lobita les estaba dando. En principio era sólo un gatito pequeño y sucio, pero en seguida apareció todo un escuadrón. El pueblo estaba casi tan abandonado como esos pobres bichos.
Desde el Noroeste se nos acercaba un frente frío. Desde esa altura (2145m) veíamos toda Galicia cubriéndose rápidamente con un manto de nubes preñadas de lluvia y nieve, un blanco sudario del que emergían Peña Trevinca y Peña Negra como dos islas en el oleaje. Y mientras en Galicia sacaban el paraguas, nosotros, por encima del nivel de las nubes, disfrutando de un atardecer apacible y soleado. Inversión térmica, es el nombre técnico. Una paradoja de la climatología.
Más lejos, hacia el Norte, se veían los Ancares, Somiedo y, más al Este...¡Picos! Su enorme mole vertical se dibujaba en el horizonte como una gran pirámide blanca, iluminada por la luz de la tarde (esa foto no la subí, con el zoom a tope no tenía calidad). Detrás de un Teleno casi sin nieve, la inmensidad del páramo leonés.
Espero hacer justicia a un rincón de la Península que me encanta, la Cabrera:





Dejadme que os presente a un colega: el Teleno. Ardió hace unos años por culpa de unos militares que jugaban a la guerra en el campo de tiro que está en su falda.

Y éstas son Peña Trevinca II (o Peña Survia) y Peña Negra, cuando les empezaba a llegar el tren de nubes.

El cementerio que estaba en el atrio de esta iglesia puede que sea el más humilde que he visitado...y eso que he estado en algunas de las zonas más pobres de la península. Pero normalmente las tumbas tienen una losa mal escrita, una cruz de hierro sobre la tierra...
Aquí no. Las sepulturas antiguas, la forma de túmulo sobre la tierra, unas flores de plástico (los familiares que quedan vivos son ya lejanos), y una laja de pizarra irregular, como las que llenan los caminos, con su nombre y su edad grabado, casi ilegible, sin profundizar, con un punzón. Me impresionó.

También me fijé en otra dos sepulturas, con una cruz de mármol nueva (menos de una década) sobre la tierra. Una, de un niño de 14 años. Murió en los 90. Otra de las cruces nuevas era de un hombre joven, de treintaytantos, que murió en el 38. Curioso. En esta zona se siguió luchando mucho después de haber caído Valencia.


Podéis comparar el tamaño de esta ola con la montaña que está remontando.






De nuevo, las Trevincas. Más allá y más abajo: el resto de Galicia.





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